La mentira como enfermedad: así es la vida de un mitómano

La mitomanía es un trastorno del comportamiento; las personas que lo sufren únicamente saben decir embustes.


Ilustración de un mentiroso. Raúl Arias

Laura estaba harta de que Manolo no dijese la verdad. Le engañaba sobre cualquier nimiedad: lo que le apetecía comer, sus películas favoritas, la hora a la que se acostaba, la hora a la que se levantaba, cuántos cubatas tomó la noche anterior...Lo hacía con una naturalidad pasmosa, parecía un profesional de la mentira, pero en realidad era un enfermo mental, un mitómano

La mitomanía es un trastorno del comportamiento. La persona que lo padece es adicta a mentir. El psicólogo Juan Moisés de la Serna, que ha tratado a varias personas con este problema, considera que "el mitómano busca con sus engaños la aceptación de los demás. Compensar sus bajos niveles de autoestima"

Pero no cualquier embustero es un mitómano. "El mitómano no tiene un plan, no va buscando nada a medio o largo plazo más que la admiración inmediata. La clave para detectarles es descifrar la intencionalidad de sus bulos", explica de la Serna. Aún no se ha determinado con exactitud el origen de la enfermedad. 

"No se ha encontrado ningún gen relacionado con la mentira, por lo tanto, no se puede decir que se nazca con ello. Aunque es cierto que existen condicionantes en la niñez que pueden facilitar su aparición, especialmente la baja autoestima", señala de la Serna. 

La mentira también está ligada a varias enfermedades mentales como la demencia, el trastorno límite de la personalidad, el trastorno antisocial o el trastorno bipolar.

¿Existe cura? 

Según el psicólogo la mitomanía es un trastorno curable. El primer paso es convencer al paciente de que tiene un problema psicológico y que necesita someterse a terapia. "Al igual que sucede con cualquier adicción, si la persona no quiere curarse, sucederá como con el tabaco, que lo dejas durante un tiempo, y luego recaes". 

De la Serna reconoce que no todos los profesionales de la salud consideran que la mitomanía tenga solución clínica. Muchos mienten en la propia terapia, haciéndose pasar por sanos, lo que dificulta trabajar con ellos. Muchos también dejan de acudir a las sesiones poniendo excusas a sus parejas o familiares como "el doctor me ha dicho que ya estoy bueno" o "me han dicho que es algo pasajero que se cura con reposo". La terapia más utilizada para este tipo de pacientes es la cognitivo-conductual. 

El psicólogo nos cuenta cómo funciona. "Se utiliza para trabajar el aspecto de la autoestima, reforzándola y enseñando a la persona a valorarse tal y como es. Busca reducir el número de veces que se miente al día". Por su consulta han pasado mitómanos con circunstancias muy dispares. Pero casi todos eran traídos a la fuerza: o por sus parejas o por sus familiares. Incluso en algunos casos la persona sana llega a chantajear a su cónyuge mitómano, amenazándole con el divorcio si no asiste a terapia. "Es muy difícil que estas personas reconozcan su problema. Incluso cuando es descubierto hace todo lo posible por evadir la situación", asegura. 

Así le sucedió al ciudadano estadounidense Ferdinand Demara, conocido popularmente como El gran impostor, cuando se descubrió en la década de los 50 que durante años había suplantado la personalidad de varias personas, haciéndose pasar por monje, soldado, marinero, doctor en psicología, doctor en zoología y sheriff. Un currículum interminable e impoluto para alguien que ni siquiera tenía el graduado escolar. El drama de la mitomanía reside en el círculo vicioso que se produce. "Por esa razón, suelen ser personas que acaban solas, rechazadas por familiares y amigos cansados de su comportamiento", asevera el psicólogo.

En los casos más graves, al mitómano le acaba sucediendo lo que a Don Quijote. Se cree sus mentiras, inventa un mundo alternativo donde es el héroe, todos le quieren, y aborrece el mundo real, del que se aleja más y más cada día, hasta que se hace casi imposible regresar.


JuliLluis
Hay gente tan adicta a la mentira q para ellos significa una "forma de vivir". Aunque los hay, q su sobredosis en engaños es tan excesiva y evidente, q quedan relegados por la sociedad. Los únicos q supuestamente escapan al castigo ajeno y al suyo propio son los políticos. Dominan a la perfección el  inventarse lo q jamás cumplirán, falsean, fantasean, etc. etc. hasta hacer d ello su "trabajo" habitual. De hecho elevan sus mentiras a la "categoría de arte". Un político es "imprescindible" q mienta cuanto más mejor, d lo contrario no podría ni tendría sentido ser político. Son mentirosos inteligentes, pícaros o vaya usted a saber y lo suficientemente capaces d ir por el mundo, cmo personas honradas, sin q nadie se percate de su doble lenguaje. (Las "improvisaciones" salen mucho mejor cuando se las prepara previamente). Menos mal q frente al mentiroso existe un mundo que vive en situación de "ojo avizor", por lo que salvo excepciones, el mentiroso muere muchas veces antes de morir...

Bo De
Si los padres de Nadia se hubieran limitado a decir que sus cuidados tienen un elevado coste, hubieran obtenido el mismo apoyo. Desde el momento en que aparece una mentira en su relato, debemos suponer que el engaño tenia una finalidad oculta, como el beneficio de los padres, algo que de no mentir no seria la conclusión. Ahora, se ven las incongruencias en su relato, pero la mentira tuvo su efecto, no porque fuera invisible, sino por el interés de personas en lucir sensibles y preocupadas, en criticar la sanidad, en promover la ley de la dependencia o criticar la gobierno. La mentirosa del pegamento fue creída en un principio, por el interés que rodea la violencia de genero. Que después de esa mentira, se siga buscando la verdad en sus declaraciones anteriores va contra el sentido común, porque solo podemos determinar que la fuente no es fiable y creerla es demostrar el interés personal en que fuera verdad..


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