El futuro de los adolescentes tutelados

Marta García.
Directora tècnica,
 ISOM SCCL
Los adolescentes tutelados que viven en CRAEs tienen una fecha muy presente en su mente: la mayoría de edad, los 18 años. Ahí está el límite de su estancia en un centro, el momento en que podrán sentirse “libres” y “hacer lo que quieran” como tanto nos dicen que desean.
Pero antes de esta edad, muy a menudo cerca de los 16, cuando se empieza a plantear el desinternamiento, los chicos ponen en marcha diferentes manifestaciones (ya sean verbales o a través del comportamiento) que nos indican que hay algo que les está pasando, algo que les inquieta y que tiene que ver con la salida.
¿Podemos los equipos educativos realmente prever o anticipar lo que ocurrirá? Pensamos que no, no hay nada previsible ya que la experiencia nos dice que tenemos aquellos chicos que nos hacen creer en que todo va ir bien y luego no va bien, aquellos  otros que parecen que no lo van a conseguir y lo consiguen…

Pero lo que sí sabemos y hay que tener en cuenta es el sufrimiento o la ansiedad que este hecho plantea en los chicos a partir de cierta edad y por este motivo pensamos que el proceso o preparación de la salida de los chicos de los centros debería considerarse uno de los objetivos prioritarios de la atención en los centros. Este proceso debe planificarse en forma de objetivos y organizarse adecuadamente para cada joven de forma individualizada. No puede tratarse de forma aislada.

En todos los casos en los que se plantea el desinternamiento hay que preparar al chico para que pueda hacer frente a una nueva situación vital en la que se debe tener en cuenta

Por un lado:

  • Las cuestiones materiales como el manejo del dinero, la formación prelaboral y laboral y su futura inserción, el alojamiento.
  • Las cuestiones que tienen que ver con sus capacidades y habilidades para tolerar la frustración, el comportamiento compulsivo o impulsivo, la capacidad para la anticipación o la reflexión, el manejo de la agresividad, el nivel de influenciabilidad.
  • Las cuestiones que tienen que ver con ayudarle a manejar un sentido de continuidad en su vida y a integrar, en el mismo, la previsión de futuro fuera del centro. Y que no se dé por supuesto una repetición de lo que ocurrió en su vida antes de entrar en el centro.

Debemos igualmente tener presentes algunas consideraciones.
La primera es el cambio tan brusco que se produce de un día para otro. El chico pasa de estar protegido por la administración, bajo el soporte constante a nivel asistencial y educativo de un equipo, a verse con las maletas a cuestas y tratando de averiguar “¿y ahora, qué?”. Evidentemente existen recursos para paliar esta realidad tan dura, pero pensamos que la sensación en la salida debe aproximarse a la descrita. Deberíamos cuestionarnos si el sistema de protección y sus recursos son los adecuados para el desarrollo individual de los chicos/as tutelados hacia a una mayoría de edad. A veces pensamos que el sistema protege demasiado para desproteger luego de inmediato.

Parece evidente que la gran responsabilidad que se asume por parte de los profesionales implicados en la tutela y guarda de los chicos/as desamparados deriva muchas veces en cierta inacción por miedo a las consecuencias, entendiendo inacción como sobreprotección o el no probar (no otorgar autorización para permisos, actividades, etc.). No vamos a defender aquí el probar por probar, pero sí el anticiparles las situaciones con las que se van a encontrar. De forma gradual, pensada para cada uno de ellos. Creemos que el centro debe animar hacia la toma de contacto con estas situaciones difíciles con un objetivo: la aceleración en la toma de conciencia de las propias limitaciones, ya que invita y posibilita la transformación de algo en el chico.

¿Por qué? Sencillo. En la vida es necesario aprender, y se aprende más y mejor desde la práctica del no acertar y rectificar lo equivocado que desde el tránsito exento de riesgos en el que a veces se convierte el itinerario de vida de un adolescente en el sistema de protección.

Este proceso de aprendizaje activo en el que es imprescindible involucrarles en el trabajo, hacerles protagonistas, les facilita la elaboración de cualquier fracaso o éxito en su proceso. Y desde nuestro punto de vista es necesario y aconsejable hacerlo durante el periodo de estancia en el centro.
Porque ahora el centro le puede acompañar. Le puede escuchar y retomar sus preocupaciones, puede guiarle y amortiguar sus fracasos, puede ofrecerle experiencias que le ayuden a reconstruirle y darle respuesta a sus interrogantes. En definitiva le empuja a continuar creyendo en su proyecto de futuro. En los centros quienes la apoyan y materializan el proyecto de futuro de los chicos son los equipos educativos. Y lo hacen mediante mensajes que articulan en su discurso, que ayudan a reforzar la creencia del ideal del chico en un futuro mejor.

Este mensaje está cargado o debería estarlo de la firme creencia en las posibilidades de construcción de un futuro diferente para ellos y del firme compromiso a querer hacerlo y a llevarlo adelante. Supone pensar en que su destino o su futuro no está predeterminado por la situación que vivió en su pasado.

La segunda consideración. Si miramos a nuestro entorno, nos damos cuenta que la edad de emancipación se retrasa cada vez más. Hay unas cuestiones socioeconómicas evidentes que todos conocemos y en las que no vamos a redundar (precio de los pisos, sueldos, precariedad laboral). Pero hay otra cuestión básica de especial importancia para nosotros: madurez. ¿Los adolescentes tutelados (los cuales están en pleno proceso de construcción, con serias dificultades sociales, orgánicas, intelectuales y emocionales) pueden dar respuesta a las exigencias sociales que les plantea el desinternamiento? ¿El nivel madurativo de los adolescentes tutelados responde a estas exigencias? Una pregunta más ¿Los chicos de 18 años de familias normalizadas están capacitados para la emancipación? Conclusión, los tutelados DEBEN ser más maduros y estar mejor preparados que los no tutelados cuando la lógica indicaría que necesitan más tiempo que los otros.

Cabe incluir aquí que los equipos educativos tenemos prisa ya que hay que trabajar muchísimas cuestiones anteriormente citadas: recursos materiales, capacidades y habilidades, y el manejo del sentido de futuro; y en muy poco tiempo

La tercera consideración. Las rupturas, pérdidas y cambios de referentes que se producen a lo largo de su vida. Primero, del núcleo familiar. Después, de los profesionales que van pasando por su lugar de trabajo en el CRAE (a lo largo de los años, muchos). Pero también puede ser que en el proceso haya sufrido más pérdidas si de inicio ha estado en un centro de acogida, después en uno infantil de edad limitada hasta los 12 y por último en uno de adolescentes con edad limitada hasta los 18. Por poner solo un ejemplo. Entendemos que debe ser difícil irse creando referentes sólidos en la misma medida en que uno los va perdiendo. Llegan los 18 y “¿ahora quien es mi referente?”.

¿Quién o quienes dan continuidad al mensaje del que antes hablaba? ¿Quizás se nos ha pasado por alto qué debemos pensar en que los encuentros con los que le atenderán (otros equipos, otros terapeutas, etc.) deben estar pensados para que sean significativos para los chicos? Y por significativo entendemos que le den sentido también a su proyecto de futuro, que lo sustenten.
Por lo tanto la continuidad debería darse entonces también en relación a las personas que apuestan por su plan de futuro, para evitar de nuevo las rupturas. Y el tiempo nos dice que este es un elemento clave que no hay que olvidar si queremos garantizar el éxito en el desinternamiento.
Dichas algunas consideraciones teóricas que un equipo educativo debería tener presente para propiciar un proyecto de vida sólido y positivo. Hay que tener presente, SIEMPRE y en gran medida que será el propio chico quien va a escoger su proyecto de futuro.

Llegada la mayoría de edad hay diferentes tipos de desinternamiento (por emancipación, paso a un piso asistido, los que siguen tutelados) pero para todos ellos la experiencia demuestra que, después de un tiempo de separación, muchos de los chicos que han estado privados de volver a su núcleo familiar por motivos de riesgo quieren volver a casa aún sabiendo (aparentemente) de las dificultades existentes. Pero este “saber” es lo que dicen los otros de lo que pasa en su casa y en su vida. Son los típicos casos en los que el mensaje del equipo está vacío para el chico. La realidad para él es otra y muy distinta a la que le cuentan que es.
Los equipos, EAIA, DGAIA y otros podemos considerar que su núcleo familiar no ofrece el entorno adecuado para el chico. Que tiene graves carencias y está ciertamente deteriorado, además sabemos que no va a cambiar de un día para otro. Ahora bien, desde el momento en que sabemos que el chico ha escogido esta opción y es la que va a hacer efectiva, queramos o no. ¿Qué hacer entonces? Pensamos que el trabajo previo consiste en acercarle de donde le sacaron para que pueda “ver “ distinto. Tal y como comentábamos antes, aquí debiera “probarse” la vida en casa, facilitarle la convivencia, para detectar dificultades y poder trabajar conjuntamente con el chico las soluciones o estrategias a emplear.

Vamos a aumentar el conocimiento del adolescente sobre su realidad, las propias limitaciones y la de los otros y vamos a ensayar como va a desenvolverse allí en un futuro. El contacto y conocimiento con la realidad que van a encontrarse en un futuro les va ayudar a detectar las dificultades, a ensayar estrategias de actuación, a reconocer los errores propios, a buscar soluciones, a adquirir iniciativa, determinación y seguridad. En definitiva, les va a ayudar a aumentar su madurez.

Es más; es muy posible que este conocimiento que se desprenda de esta experiencia de vida le haga cambiar de opinión respecto a su proyecto de futuro. En todos los casos en las que esta estrategia se ha puesto en marcha hemos logrado lo que finalmente pretendíamos que sea: él mismo, con criterio y mayor nivel de conciencia el que crea que puede tener un futuro mejor y distinto para él, (aquel que el equipo le ofrecía).

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