“La directora compraba cosas en Ikea y se las llevaba a casa” per Jordi Corachán

Tres educadores opinan que el Petit Príncep era un centro “destructivo

El Diari de Santa Coloma ha entrevistado al educador que efectuó la primera denuncia contra el Petit Príncep en el 2009. Óscar Esteban sostiene que se quejó de las supuestas negligencias educativas y financieras y que Elisa Trujillo, directora del Petit Príncep, y su hermana Ángela, responsable de salud -hoy destituidas por la Generalitat- le sometieron a acoso laboral. Sostiene que ganó la demanda laboral, pero que la denuncia de irregularidades cayó en saco roto porque ningún otro educador secundó su acción en aquel entonces. Otros dos educadores, Carlota y Cristina, que como Óscar trabajan ahora en otros centros de menores, confirmaron las acusaciones formalizadas hoy ante el Síndic de Greuges por otros cinco compañeros suyos. Óscar ha manifestado que el centro no cumplía su función educativa, porque en vez de proteger a los menores, que provenían de familias con problemas, se les humillaba en público. Este extremo ha sido corroborado por Carlota, que precisa que cuando entró en el centro todos los jóvenes habían leído su currículum: “Era el chafarderío máximo. Todos sabían intimidades de los demás. No conocían lo que era la discreción ni el secreto profesional”. Añade que en esas circunstancias era difícil educar.

Su compañera Cristina agrega que era habitual que la directora insultara a un interno y que a una chica con deficiencia le llamaban “subnormal” delante de todos. Descontrol Los tres educadores coinciden en subrayar las influencias de Elisa Trujillo en el departamento de Benestar Social y aseguran que gracias a la ayuda de una funcionaria, que estuvo en su boda, ella y su hermana decidieron optar a la gestión de un centro tutelado por la Generalitat. Luis asegura que el descontrol era total, en los aspectos administrativos, educativos y económicos. “Las internas favoritas tenían una serie de privilegios como salir de compras con la jefa o quedarse a dormir en su casa. Mientras que los demás eran objeto de un trato muchas veces vejatorio”, dice Luis. Cristina confirma este extremo y añade que vio llegar a varias internas con prendas de Zara y Tommy Hilfiger. 

Era el chafarderío máximo. Todos sabían intimidades de los demás. No conocían lo que era la discreción ni el secreto profesional.

Sin embargo, los tres educadores coindiden en afirmar que en el centro se comía bien, aunque los menús fueran un tanto incoherentes, ya que Ángela Trujillo no tenía ninguna formación sanitaria ni alimentaria. También destacan la limpieza de las habitaciones y el resto de dependencias, incluso en exceso. “A veces se cambiaba todo el mobiliario de una estancia sin ton ni son, ya que los muebles estaban en perfecto estado”, subraya Cristina. Por su parte, Óscar ratifica este hecho y añade que cada dos años se pintaba aunque no hiciera falta. Y sostiene que venía una empresa de Mallorca. Carlota opina que era un centro “muy destructivo”, ya que los internos se clasificaban en “buenos y malos”. Su compañera Cristina añade que la misma clasificación se hacía con los educadores: “A los que discrepaban de sus métodos se les amenazaba con el despido. En todo momento dejaban claro que ellas mandaban y ellas decidían a quien premiar y a quien castigar”. Carlota recuerda: “A veces a un niño lo tenían encerrado dos días en una habitación”. “O le daban con los nudillos en la cabeza por no querer comer o no cumplir sus órdenes”. Con los buenos era todo lo contrario. Carlota y Óscar afirman que en numerosas ocasiones Elisa y las “favoritas” llegaban al centro con muebles del Ikea, productos que a los dos o tres días habían desaparecido. “Los objetos -sostiene Óscar- terminaban en la casa de Elisa”.

http://www.diaridesantacoloma.com/sites/default/files/diari-pdf/SC373.pdf

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