¡Somos superhéroes!
Por Isabel Iglesias, Directora de Marketing
y Comunicación de World Vision España
Érase una vez un grupo de quince niños. El
mayor tenía veinte años (ya no tan niño) y el pequeño rondaba los ocho. Jugaban
a ser superhéroes y ponían mucha atención cuando lo hacían.
En ello les iba la vida.
Un día antes del comienzo de los disturbios
civiles que se están sucediendo en El Líbano pude conocer a este grupo de
niños, refugiados sirios, en uno de los asentamientos informales del valle de
la Becá. Asistían a una sesión de protección infantil impartida tres veces al
mes por mis compañeros locales de World Vision, Jean Pierre Hamzo y Lama Saba.
Ellos conocen al detalle la situación de cada uno de estos niños: quién es
obligado a trabajar, quién ha perdido a sus padres, desde cuándo están allí…
En la sesión, los chicos observan los
dibujos de superhéroes en un cómic gigante que sostiene Jean Pierre entre sus
manos, mientras Lama les narra los desafíos a los que se enfrentan. Ese día, la
aventura es vencer al villano que quiere secuestrar a un niño que pide limosna
en la calle. El malvado del cómic pretende que un niño entre en su coche para
poder así alejarle de sus familias y convertirlo en una nueva víctima de trata,
o pasar a engrosar las filas de un grupo armado.
Pero ahí, justo en ese momento, aparecen
las y los superhéroes que saben cómo enfrentarse al peligro. Se encaran al villano, rechazan su invitación
de subir al coche, reconocen la amenaza y despliegan sus superpoderes para
enfrentarse a quien les quiere hacer daño. Si el peligro continúa gritan
pidiendo ayuda, y saben que el mejor superpoder que pueden usar es salir
corriendo.
Después de escuchar la historia, el grupo
la escenifica como si de un juego se tratara. Bajo la supervisión de mis
colegas, que les indican en cada momento cómo superar las situaciones y
peligros que van surgiendo, se enfrentan al villano. Porque ellos son los verdaderos superhéroes y así,
jugando, van aprendiendo cómo actuar ante uno de los muchos peligros a los que
se enfrentan a diario: ser raptados mientras mendigan en las calles con la
esperanza de conseguir algunas monedas para ayudar a los adultos a comprar algo
de comer, ropa de abrigo, o pagar el arrendamiento del suelo en el que duermen,
la mayoría de las veces sin un colchón siquiera.
Terminan la sesión gritando al unísono
¡somos superhéroes! entre aplausos y saltos. En ese momento puedo ver en sus
caras la determinación y la ilusión de luchar por sus vidas, de protegerse, de
mantenerse a salvo mientras esperan que su entorno mejore, mientras esperan
volver a sus hogares en Siria. Y me sobrecoge pensar cómo podrán su mente y su
alma sobreponerse a las atrocidades que
han presenciado y al sufrimiento que están viviendo.
Porque son superhéroes, me digo a mí misma.
Termina la visita y cierro el cuaderno de
notas, pensando en lo mucho que me gustaría escribir la historia de estos
quince niños y niñas con un final feliz. El cómic con final feliz que se
merecen y que de momento parece imposible.
Justo al día siguiente comienzan los
disturbios en todo el país convirtiendo su entorno en más hostil si cabe: el
gobierno decide incrementar imposiciones fiscales para disminuir el déficit y
anuncia aumentos anuales del IVA para alcanzar el 15% en 2022, así como gravar
aplicaciones de mensajería e incrementar el impuesto al combustible.
La gente sale a la calle, queman
neumáticos, cierran comercios, se cortan carreteras. Cuanto más continúan las
protestas, mayor es el riesgo de violencia y vandalismo en el entorno de estos
quince niños, y de los más de 700.000 niñas y niños refugiados en todo el país.
Mis colegas ven más difícil llegar a los asentamientos y se suspenden algunas
actividades, a pesar de continuar intentándolo cada día.
Seguiréis necesitando superpoderes, pero no
dejéis de luchar, manteneos protegidos por favor.
Y colorín colorado, una nueva amenaza en su
contexto, ya tan frágil, ha comenzado.
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