Consecuencias del maltrato emocional y/o psicológico en la niñez y la infancia por Eduardo Daniel Fernández

Introducción
Analizar aquellos aspectos que se relacionan con el maltrato emocional y/o psicológico en la niñez y la infancia, nos confronta con la cuestión de las dificultades que se presentan cuando se procura encontrar pruebas, marcas e indicios que den cuenta de su objetivación material desde un criterio y enfoque científico.

Desde esta perspectiva el estudio de la problemática nos lleva al tema de la construcción de una evidencia que, paradójicamente en tanto objeto de estudio, resulta intangible y que como expresara Jorge Garaventa en uno de sus recientes trabajos , hace imprescindible un desciframiento del modo en que la experiencia de los malos trato afecta el psiquismo de las criaturas vulneradas y, fundamentalmente, que consecuencias psíquicas generan tanto en su presente como en su futuro.

En esta intención de descifrar parto de la consideración de dos variables o vertientes a modo de reflexión y conceptualización sobre la cuestión: por un lado, la circunstancia de las acciones que configuran maltrato infantil y sus efectos en al vida psico-física y emocional de la víctima, y por el otro los efectos jurídicos que general tales conductas, con el propósito de verificar las consecuencias del maltrato emocional y/o psicológico en la constitución del psiquismo en el niño.

A fin de enmarcar el presente estudio, vamos a conceptuar la construcción del psiquismo del niño como aquel proceso de subjetivación a partir del cual es esperable darle un lugar al niño de semejante diferente, en donde reconocerlo como tal, para su constitución como sujeto deseante, con una auto-imagen valiosa y un bagaje de normas e ideales internalizados que lo sostendrán en los momentos de crisis .

En el proceso de formación y socialización del niño promovida a partir de la constitución adecuada de su psiquismo, tenemos como marco jurídico que garantiza y compromete a la sociedad en cuanto su cumplimiento, el reconocimiento del niño como sujeto de derecho, en los términos de la Convención sobre los Derechos del Niño, en nuestro país ley Nacional 23.849 de rango constitucional a partir de la reforma de 1994.

Estas dos aspectos del fenómeno: atentar contra la constitución del psiquismo en niño así como contradecir lo normado legal y jurídicamente, constituye no solo situaciones de malos tratos y/o abuso del niño, sino que además aluden directamente a la comisión de delitos sancionados y penados por la ley.

El mal trato y su componente emocional.
Las situaciones de maltrato y/o abuso en la niñez y la infancia, tienen como sustrato a la VIOLENCIA, la que vamos a definir aquí como aquella conduca que con intención y direccionalidad busca causar DAÑO y ejercer un poder de sometimiento y hasta de aniquilación de subjetividad en el otro, con reincidencia en la conducta abusiva dándose tanto en el ámbito doméstico, en el contexto social como en el institucional.

Voy a postular la consideración del aparato psíquico del niño como aquel espacio en donde anidan y se desarrollan dañosamente los efectos y marcas de la violencia ejercida por el adulto, a través de conductas que se traducen como maltrato emocional y/o psicológico, y que se expresan a través del modo en que el niño se relaciona consigo mismo, con el medio familiar y el social.

Distintos autores coinciden en verificar como formas de maltrato infantil que se dan en la relación intrafamiliar al maltrato físico, el abuso físico, el abuso sexual, el maltrato emocional y el abuso emocional.
Dicha puntuación responde fundamentalmente a una necesidad descriptiva, dándonos pie para encuadrar la cuestión que nos ocupa, en tanto al maltrato y abuso emocional no le es ajeno a las distintas formas en que se evidencian los malos tratos en la infancia.

Al detenernos en el estudio de cada forma de maltrato, se aprecia al maltrato y abuso emocional como componente básico y necesario para el logro y sostenimiento de la intencionalidad del adulto que victimiza a un niño.
Esto lo podemos corroborar en la cronicidad de la problemática, en su transmisión y sostenimiento de generación en generación en la trama familiar que conlleva a su naturalización en el entorno, sirviendo y sirviéndose del sostén ideológico de mitos y prejuicios que enraízan y abrevan en la producción de lo cultural en el macrosistema social, desde la perspectiva ecológica del desarrollo humano .

Danya Glaser al referirse al abuso emocional lo describe de manera sencilla y clara como aquella modalidad o tipo de relación, de interacción entre un progenitor con su hijo que limita y condiciona severamente su desarrollo psicoemocional, físico y social del niño.

Caracteriza dichas acciones como maltratantes en tanto conductas que el adulto hace y no debería hacer y lo que no hace y debería hacer.
Señala Glaser como diferencia fundamental y que caracteriza el abuso emocional respecto de otras formas de maltrato, en que éste no requiere contacto físico entre el abusador y el niño.

A fin de articular un breve recorrido teórico respecto del fenómeno que nos ocupa, abordaré tres cuestiones:
a) Respecto de las conductas del adulto que promueven el maltrato emocional y/o psicológico;
b) Respecto de los indicadores que en el niño dan cuenta del daño que producen dichas conductas y
c) Respecto de las consecuencias del abuso emocional en el desarrollo evolutivo del niño.

Conductas del adulto generadoras de maltrato emocional y psicológico en el niño. 
Partimos de la base de que el abuso psicológico, emocional y la actitud negligente en la crianza del niño, es un aspecto de los malos tratos en la infancia que trasciende el hecho de la herida externa, del daño físico, de aquello que se verifica a través de una hematoma, en una quemadura, en una quebradura de huesos. Su trama se entreteje en la dimensión de los actos humanos, que dan cuenta de los vínculos que cualitativamente les permite sostener una convivencia, una relación social; de conductas que permiten y condicionan la producción y construcción de subjetividades.

Varios autores correlacionan el maltrato emocional y/o psicológico con tipos de conductas del adulto hacia el niño que le infringen un daño real o potencial . 
A modo de síntesis dichas conductas pueden ser agrupadas en las siguientes cinco categorías:
  • Del rechazo a la actitud hostil: en tanto forma activa de mal trato psicológico, tiene que ver con el repudio del adulto hacia el niño respecto de su conducta, su forma de ser, sus manifestaciones, de su modo de expresar afecto, tanto dentro de la familia como públicamente. Se aprecia esto cuando verbalmente se lo descalifica, denigra, amenaza, culpabiliza, critica, insulta y menosprecia continuamente. Se deposita en el niño exclusivamente la responsabilidad en la dificultad vincular.
  • Del ignorarlo a la negligencia emocional: es el modo de vínculo estremo respecto del rechazo. El niño para el adulto es como que no existiera; se establece así un patrón de comunicación o de vinculación con el chico en el cual no se va a satisfacer ninguna de sus necesidades o estímulos (necesidades físicas y materiales; demostración de afecto, aprobación, cariño, comprensión, contención y aun si se quiere de disciplina). Ignorar al chico es el límite del rechazo. Se verifica una ausencia permanente de respuestas a las señales de interacción afectiva del niño.
En su forma leve y/o pasiva se expresa a través de la negligencia del adulto para con la atención de las necesidades y señales de interacción afectiva del niño.
  • Del aislamiento al sometimiento: el adulto tiende a coartar el acceso del niño a cualquier forma de vinculación social, exterior a la familia para evitar que se vincule con algún adulto positivo, inmediato o extenso. Se deja al niño encerrado evitando que salga, que vea televisión, que tenga contacto con figuras positivas. Se los trata sin tener en cuenta su edad y evolución, imponiéndoles obligaciones inadecuadas y castigándolos por no poder cumplirlas; sobreproteger a los niños; exponerlos a experiencias no adecuadas a su edad y que son traumáticas (violencia doméstica).
  • Infundir temor: Se intimida al niño como modo de disciplinar. Se lo amenaza tanto con cuestiones o agresiones físicas como psíquicas: "te voy a dar en adopción si vos no estudias". Se lo introduce en una pauta de temor, de terror como forma de que se discipline y aprenda.
No se le reconoce que su vida psicológica, sus sentimientos, son diferentes de sus progenitores utilizando a los niños para satisfacer necesidades psicológicas de los mismos, de modo que los niños quedan, por ejemplo, atrapados en disputas conyugales donde no se respetan sus propios sentimientos. Esto se da también en el abuso sexual.

Corromper: comprende aquellas conductas que el adulto inculca activamente en el chico a efectos de que desarrolle pautas de conducta antisociales.

Enseñarle a robar, a mentir para hacer trampa y obtener un beneficio, a hacer un daño a los demás. Activamente involucrar al chico en conductas antisociales e incluso en actividades delictivas y el abuso sexual, inducirlo a la explotación y prostitución infantil.

Indicadores fenomenológicos inespecíficos de maltrato emocional y/o psicológico en el niño.
El daño y/o las heridas generadas a partir del abuso emocional y psicológico nos introduce en la dimensión de un fenómeno que no se ve.
De un fenómeno que hay que construir a partir de inferencias, surgidas ellas a través de la evidencia de indicadores inespecíficos en la conducta del niño victimado y en la modalidad de relación intrafamiliar que lo enuncia.

Sin pretender un exhaustivo listado, algunos de estos indicadores fenomenológicos y sintomáticos son:

- El miedo aparentemente injustificado de niño hacia los adultos.
- Desconfianza hacia los adultos que se presentan siendo afectuosos hacia los chicos o con una característica positiva: la maestra amable y cariñosa que se acerca para ver que le pasa, y el chico demuestra cierto rechazo, recelo y desconfianza.
- Tendencia a la soledad y aislamiento, sobre todo en las edades que se espera que los chicos tengan más contacto con los pares, principalmente a través del juego.
- Detención o retraso en el crecimiento.
- Enfermedades psicosomáticas de repetición. Trastornos en el control de esfínteres. Trastornos en el control de impulsos, inhibición, desafectivización.
- Agresividad desmesurada o estallidos de agresividad inexplicables, o debido a estímulos muy pequeños. Trastornos de conducta.
- Accidentes frecuentes.
- Chicos que reaccionan mal ante el grito o el llanto de otros chicos más chiquitos, repitiendo un patrón que se da en su casa; la intolerancia del adulto al llanto, a la demanda o al grito de un niño.
- Niños muy adaptados y complacientes con adultos que desconocen, con una facilidad abrumadora de adaptabilidad con personas que no conocen o con las que tienen poca confianza.
- Niños que presentan dificultades de adaptación a situaciones cotidianas como levantarse para ir a la escuela, cuando ya se adaptaron a ir a la escuela.
- Dificultades o retraso en cualquier área del desarrollo evolutivo (psicomotricidad, inteligencia, lenguaje).
- Bajo nivel de autoestima, piensan que no valen nada
- Niños que están involucrados en situaciones delictivas o en comportamientos antisociales, que presentan inhibición para jugar (tanto en la escuela como en el consultorio), no pueden o no tienen capacidad de jugar.
- Niños que presentan pensamiento o ideación suicida, o bien tendencia suicida. Es llamativo poder encontrar esto en niños de 9 a 10 años.

Algunas consecuencias observables en el desarrollo evolutivo del niño.

Carmen Consuelo Isaza R. cita a Ray Helfer y Henry Kempe cuando desarrollan características psicológicas observadas en los niño que permiten sospechar que puede haber maltrato. A saber:
  • De 0 a 6 meses : retraso psicomotor; retraso a la respuesta social (sonrisa, vocalización). 
  • De 6 a 12 meses : falta de discriminación afectiva; apatía; falta de actividad ante los objetos y las personas; observación fría; retardo en el lenguaje; ausencia de contacto social; hipotonía (coordinación motora pobre). 
  • Preescolar : disminución en la capacidad de juego; apatía; incapacidad para estructurar el juego; retardo en el lenguaje; incapacidad para expresar afecto; agresividad y negativismo. 
  • Escolar : dificultad en las relaciones interpersonales; falta de confianza básica; incapacidad para el juego; incapacidad para el placer; auto-imagen pobre; múltiples miedos; falta de actividad exploratoria. 
En todos los indicadores diagnósticos citados vemos como el abuso emocional es observable en el niño recién después que ha recibido el daño, lo cual nos deja en situación de desventaja cuando procuramos implementar medidas de prevención primaria.

La posibilidad de intervenir se da apenas sobre la interacción padre-niño.

De ser muy grave el daño provocado al niño y, de ser los progenitores impermeables a la intervención proteccional que se pretende, en muchas oportunidades cabe pensar en la separación del niño del padre a través de la interdicción judicial, como una estrategia que permita iniciar un proceso de tratamiento terapéutico que en principio ponga límite o término a la situación dañosa.

No obstante ello, contrariamente a lo que podría esperarse " ... el niño maltratado desarrolla una intensa unión con sus padres y ellos hacia él. Esto confunde el diagnóstico ya que el interés demostrado por estos padres hacia en niño parece negar el maltrato. La cualidad de la unión complica el tratamiento porque el padre maltratador se opone intensamente a que le quiten la custodia de su hijo. Quiere que curen al niño, pero luego en su casa lo vuelve a maltratar".

Esta situación se transforma en obstáculo para una posible intervención de prevención y tratamiento de la problemática vincular familiar.

Conclusiones
La consideración de las tres cuestiones desarrolladas (las conductas del adulto, los indicadores de maltrato y sus consecuencias en el desarrollo del niño) nos acerca a la lógica que impone la ruptura epistemológica, que sostiene el criterio del niño como objeto de tutela o protección por parte del adulto y las instituciones sociales (familia, escuela, policía, juzgados, minoridades, etc.).

En dicho modelo el niño ha quedado atrapado en un discurso retórico y hegemónico, que tiene su sostenimiento en una cultura y organización social patriarcal que traduce su ineficacia en la no consolidación de políticas públicas que cambien en el contexto social, el modo de establecerse relaciones que tengan como eje la consideración del otro como sujeto. Quedar el niño atrapado quiere significar entre otras cosas de que hoy no es escuchado cuando dice lo que le pasa, especialmente cuando lo que descrive es una situación de maltrato o de abuso que lo victimiza.

Tampoco los adultos "decodificamos" o "desciframos" aquellos indicadores que dan cuenta de situaciones que lo vulneran desde lo emocional y lo psicológico. De verlos, por lo general se los confunde con modos pedagógicos de ensañar, o como expresión del derecho de posesión del adulto respecto de sus hijos. Todo esto dentro de un marco o perspectiva en la que se naturaliza lo inadecuado e impropio.

Desde la perspectiva de los derechos del niño a constituirse en sujeto y no objeto sometido a las necesidades egoístas y dañosas del adulto, surgió la necesidad de unificar criterios científicos para determinar qué es maltrato emocional y psicológico y poder así sustanciar pruebas que permitan instrumentar medidas proteccionales para la víctima y de tratamiento de la problemática y, no por ello menos importante, incriminar al victimario legalmente. Esta situación recuerda en mucho el proceso que llevó durante décadas a discutir y procurar esclarecer científicamente a que se debería considerar maltrato infantil, el concepto de niño, el concepto de educación. Y recordemos que estamos hablando de un proceso que se inicia en la década del '60 del siglo pasado, aquí nomás. "La historia de la infancia es una pesadilla de la que hemos empezado a despertar hace muy poco" .

Dentro del proceso iniciado, varios estudios concluyeron en la consideración de que en todas las culturas el rechazo parental produce un efecto universal sobre los hijos, dando origen a serias y significativas dificultades del niño para manejar y manejarse con la hostilidad y la agresividad, tanto apropia como ajena, generándole probablemente insensibilidad emocional y evaluación negativa de sí mismo y del mundo.

En el reconocimiento del maltrato emocional y/o psicológico, uno de los aportes más valiosos citado por Garbarino es el de McClelland. McClelland propuso para el diagnóstico de maltrato emocional la medición del daño provocado en el niño relacionándolo con el condicionamiento padecido en cuanto el desenvolvimiento de su capacidad para desarrollarse. La capacidad para desarrollarse la va a medir a partir "de la riqueza y la validez de su manera de construir el mundo". Este condicionamiento se transforma en evidencia a partir del daño promovido mediante de la destrucción de la competencia del niño para desenvolverse en contextos sociales específicos y relacionados con: la capacidad de comunicación, de transmisión y recepción de mensajes verbales y no verbales; la capacidad de espera y/o paciencia, de demorar la propia respuesta de una manera socialmente eficaz; la capacidad de fijar objetivos moderados y factibles y la capacidad del desarrollo del ego y la autoestima (posibilidad de surgimiento de sentimientos de confianza y seguridad básicas para manejar los desafíos cotidianos). Este enfoque desde una perspectiva ecológica del desarrollo humano (Bronfrenbrener) permite evaluar la conducta parental como facilitadora o no, las relaciones padres-hijos y las relaciones maestro-alumno a la luz de un criterio de desarrollo, fijando criterios y objetivos al proceso de socialización del niño.

Una de las formas en que se expresa la riqueza o capital social de un niño, tanto actual como potencial, podemos apreciarlo a través de las relaciones que establece consigo mismo y el medio, las que tienen que ser duraderas, recíprocas y multifacéticas, a través del juego, el trabajo y la capacidad de dar y recibir afecto.

http://www.asapmi.org.ar/publicaciones/articulos/articulo.asp?id=138

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