Resiliencia infantil. Apego, parentalidad y buen trato por Concepcion Martínez Vázquez

A-P-E-G-O. Juego de letras que se traduce en un sentimiento afectivo que indica que alguien desea estar con otro alguien, que ama a esa persona, que la necesita para sentirse bien. Pero sobre todo, y principalmente, que esa persona ofrece unos cuidados y protección que reconfortan y protegen.

En otra entrada hablábamos de la diferencia entre vínculo y apego (si quieres leerla pincha encima) señalando que sólo se puede hablar de apego si hay una búsqueda de protección y se proporciona la sensación de seguridad y bienestar.

Es frecuente oír “este niño está muy apegado a su madre” cuando observamos que llora desesperadamente si su mamá se marcha, o cuando la elige de manera única para que sea quien le vista o le dé de comer. También es fácil encontrarnos expresiones del tipo “esta niña es una desapegada, no quiere nunca que le digamos nada y va a su aire, es muy suya” cuando la pequeña siempre evita hablar y decir lo que le pasa cuando se frustra. ¿Son iguales los apegos de los dos niños? Claramente no.

Como si estuvieran entremezclados entre sí, indivisibles, dos conceptos se interrelacionan inevitablemente, las conductas de apego y la respuesta del cuidador/a.

La conducta de apego es un sistema innato del cerebro que evolucionó para dar seguridad al niño. Éste buscará la proximidad del progenitor, recurrirá a él como refugio seguro cuando sienta malestar para ser consolado e internalizará la relación con el cuidador/a como un modelo interno de base segura. Llorará, sonreirá, echará los brazos hacia el adulto. 

¿Y la respuesta del cuidador/a?.

He ahí la cuestión…

El ABC del apego 
Hay tres aspectos básicos a la hora de entender cómo se genera el apego y cómo se establecen los vínculos entre los padres e hijos (Sieguel & Hartzell, 2004):

A (Attunement): Sintonía, resonar con. El estado interno del padre/madre está alineado con los de su hijo. Esto suele acompañarse de señales no verbales observables y contingentes.

B (Balance). Equilibrio, regulación. El niño se equilibra y regula en su cuerpo, emociones y estados mentales a través de la sintonía con el progenitor.

C (Coherencia). El sentido de integración que el niño adquiere a través de la relación con el progenitor hará que se sienta internamente integrado y en conexión con los demás.


SINTONIA
El estado interno de los progenitores se encuentra en sintonía o alineado con el del del hijo. Podemos decir que su equivalente es ladisponibilidad emocional, que tiene que ver, por una parte, con lasensibilidad (capacidad del cuidador de identificar las necesidades del bebé) y la accesibilidad (estar disponible). A veces no se dan las dos cosas. Por ejemplo, se puede tener la sensibilidad de saber que el bebé necesita en ese momento que le cojan o que le cambien el pañal, pero no darse la disponibilidad o que no sea ésta consistente.

Cuando se está repetidamente no disponible y se rechaza al niño, éste se adapta a evitar la cercanía y la conexión emocional con el cuidador/a. O por ejemplo, si el adulto interpreta las señales del niño en función de “su propio estado”, generará confusión en el niño, quien tendrá dificultades para diferenciar entre lo que siente y lo que le “dicen que siente”.

Los cuidadores sensibles tienden a sintonizar sus respuestas para modular los estados emocionales del niño. Durante las interacciones entre madre e hijo, es frecuente que la madre imite las demostraciones de emoción con la intención de modular o regular lo que siente el niño. La función reflexiva (capacidad para imaginar y pensar acerca de los estados mentales, tanto en uno mismo como en los demás) permite a los cuidadores distinguir entre sus propios afectos, pensamientos, sentimientos y los de su hijo. Si los cuidadores tienen suficientemente desarrollado esta capacidad, manejarán y regularán mejor los afectos negativos del bebé.

EQUILIBRIO
El niño equilibra y regula su cuerpo, las emociones y los estados mentales a través de la sintonía con los progenitores. El adulto lo hace reconociendo adecuadamente el estado emocional de su hijo y entonando afectivamente con él. Identificando este estado y poniendo en palabras lo que al niño/a le pasa y dándole una respuesta apropiada. Esto le ayudará a desarrollarse tanto afectiva como intelectualmente.

El cuidador/a seguro ayuda al niño/a a poner nombre a estas emociones por lo que cuando se presenten podrá identificar una amplia gama de dichas emociones y serán más capaces de reconocerlas a su vez en los otros. El reflejo por parte de las madres (mirroring) de las experiencias subjetivas del niño ha sido reconocido por diversos autores como una fase clave en el desarrollo del self del niño.

El cuidador recibe las expresiones de emoción del niño y se las devuelve de tal forma que este pueda hacerles frente e ir construyendo el significado de sus propias sensaciones y la consecuencia que pueden tener. Consiste en que la madre (que tiene la mente de su hijo en cuenta) manifieste su atención y empatía por él con expresiones faciales y verbales acordes al afecto experimentado por el niño.

Si los cuidadores responden sólo a la expresión y vivencia emociones de malestar, enfado, miedo, etc. ignorando la afectividad positiva enseñan al niño a focalizar la atención en los afectos negativos, amplificando su importancia e influencia. La relación será lo importante para el niño y con ello se limita su posibilidad de explorar el mundo.

COHERENCIA
El sentido de integración, de coherencia interna, que el niño/a adquiere a través de la relación con sus cuidadores hará que se sienta integrado y en conexión con los demás. Sentir malestar, miedo y ansiedad es un estado mental, pero si la respuesta del cuidador es sensible, identifica la causa que lo provoca y responde dándole seguridad, el niño integrará un modelo de relación coherente, consistente entre sus estados mentales y la respuesta obtenida.

Por el contrario, si de manera continuada se vuelven a reproducir una y otra vez situaciones similares de miedo o malestar no satisfechas, el niño sentirá que algunas de sus emociones pueden ser peligrosas. En ese estado la respuesta de la madre o el padre de no reforzar, no consolar, o de rechazo genera en el niño un autoconcepto negativo. Además de interiorizar que la conexión con otros genera ansiedad.

En ocasiones la conducta de los cuidadores es fuente de desorientación y/o miedo cuando estos muestra de manera continuada estar emocionalmente desbordados, asustados o funcionan de un modo caótico. En lugar de un refugio seguro, el cuidador es fuente de alarma y confusión para el niño, colocándole en una paradoja biológica. El sistema biológico de apego está programado para motivar al niño a buscar proximidad, recurrir al progenitor en momentos de malestar para ser consolado y protegido. ¡Pero el niño está aquí atrapado en una paradoja porqueescapar de lo que nos genera miedo o alarma también es un mecanismo biológico!.

¿Cómo puede entender el/la niño/a que cuando llora el cuidador/a se levanta, va hacia él/ella dispuesto a parar su llanto intenso, le coge con brusquedad y le chilla porque le está molestando? ¿Coherencia?. 

Al llegar el cuidador/a el/ella,siente primero alivio, para luego expresar más malestar ante la brusquedad de éste/a, lo cual a su vez genera una respuesta alterada del niño/a que extrema la conducta del progenitor, retroalimentándose y potenciándose más que regulándose la activación de ambos.

Según Fonagy (2003), si no se establece un vínculo afectivo seguro, los niños no lograrán desarrollar su propia capacidad para mentalizar y tendrán dificultad para discernir sus propios estados mentales o los estados mentales de los demás. Sin esta capacidad de mentalizar es difícil ser empático.

ABC… aprendamos la lección y será más fácil leer el idioma universal del apego.

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