“Si pudiera, hoy mismo, le quitaría la discapacidad a mi hija” per Ramón Pinna Prieto

Este martes es el Día Internacional de la Discapacidad. Y sí, si pudiera, ahora mismo lo haría. Eso sí, siempre que siguiera siendo exactamente la misma persona que es hoy

Si supiera cómo, si tuviera una varita de las mágicas, no lo dudaría, ni un segundo. Mañana, qué digo mañana, esta misma tarde en cuanto llegara a casa, le quitaría la discapacidad a mi hija. Sin dudarlo, sin pensarlo más. La discapacidad no es algo deseable. Probaré a decirlo con asertividad, que ya con cuarenta y tantos me lo puedo permitir: la discapacidad es absolutamente indeseable.

Me encantaría que algún día se colara entre los titulares de las noticias, uno de esos que habla de científicos de universidad y ratones, capaces de anticipar en unos años lo que pudiera ser una terapia definitiva, quizás una pastilla o un campo magnético mágico. Que todo fuera suficiente para revertir los azares de la genética y de los accidentes, para reconducir los “renglones torcidos de Dios”… y poner fin así a la amargura vital de más de mil millones de personas en todo el mundo.

Es verdad que la discapacidad es indeseable, pero no es cierto que sea absoluta. Por eso no hay personas discapacitadas, sino personas que en determinados aspectos de su vida tienen una discapacidad de un tipo, o de otro; o que quizás vivan la experiencia de la discapacidad en un momento, o en otro…

Insisto, lo de la pastilla no va a pasar.

Y como no va a pasar, me fuerzo a mirar la discapacidad de otra manera. Me obligo a no tratar de entenderlo todo como nos enseñaron a comprender. La vida de mi hija (con su síndrome de Down y sus dos cardiopatías a cuestas) me asoma a un balcón desde el que puedo ver un mundo armónicamente en torsión, amable de ver, de sentir, de interiorizar. Y difícil de explicar, sobre todo, cuando añado aquello de que no siento ninguna pena por ella.

Mi hija conjuga, inocente, la circunstancia de su discapacidad con sus superpoderes para el amor, para las emociones, para la empatía, para las ganas de vivir y ser feliz, de aprender, de sonreír, de soñar, de compartir. Las tiene todas intactas y muchísimo más desarrolladas que la media de los normales.

Ella, además, es mucho más capaz que yo de hacer el bien siempre. Es capaz de no mentir, de no hacer daño, de disculpar los errores, de compartir lo que sabe, de alegrarse en la alegría del otro, de no sentir envidia, de ofrecerse siempre y de no ser quien no es, porque no lo necesita para nada.

Somos lo que somos porque somos –exactamente– como somos, y a todos nos gusta que nos quieran así… ¿verdad? Precisamente por eso, hoy es y celebramos el Día Internacional de la Discapacidad. Y sí, si pudiera, ahora mismo le quitaría su discapacidad a mi hija. Eso sí, siempre que siguiera siendo exactamente la misma persona que es hoy, siendo quien es y como es.

*Ramón Pinna Prieto es presidente de Achalay.

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