Del activismo social y cultural a la educación social: un itinerario personal

Xavier Franch, en Eduso, realiza una recorrido por su biografía personal, vivida en Barcelona, que le ha llevado del activismo sociopolítico de los 70 a ejercer como educador social, desde finales de los 80, dibujando las situaciones que lo explican. Las reflexiones se unen a los recuerdos para acercarnos a una narración que bien podría ser la de muchas "carreras" profesionales de esa época.


Cuando en algunas ocasiones, me han invitado a explicar a los alumnos de educación social mi experiencia como profesional y cómo empezamos en esto de la dinamización sociocultural, siempre dudo un poco sobre la manera de explicar mi itinerario personal. En general, cuando recibimos un encargo de este tipo, solemos hacer un recuento de todos aquellos proyectos en lo que hemos trabajado, desde los primeros años en los que empezamos. En mi caso, el mes de abril de 2013 hizo 25 años que empecé a trabajar como animador sociocultural en un centro de jóvenes (en catalán, “casal de joves”) en el barrio de Bon Pastor, en Barcelona, dónde había vivido siempre. Pero para explicar el proceso que me llevó a empezar a trabajar como profesional de este sector, debo echar la mirada atrás y contextualizarlo en la época en la que vivíamos.


A mediados de los años setenta, en España se vivieron momentos muy intensos en la lucha por la recuperación de la democracia y las libertades políticas. También en la organización y creación de espacios culturales y centros sociales de carácter popular. Hay que señalar que los centros y ateneos republicanos, de carácter popular u obrero que habían existido en Barcelona durante los años de la Segunda República y que habían generado una gran actividad social y cultural, habían sido espoliados o cerrados, prohibiéndose absolutamente sus actividades y reprimiendo con dureza a sus miembros más activos. En los primeros años setenta, la ausencia de equipamientos socioculturales en muchos de los nuevos barrios que se habían ido creando en la gran Barcelona, con la llegada masiva de la inmigración era una característica mayoritaria en los barrios obreros y populares.

Las asociaciones históricas que habían sobrevivido a la victoria franquista y la posterior represión de todo aquello vinculado a la República, se encontraban muy mermados, en situación muy precaria y transformados en entidades recreativas y de tiempo libre, o centradas en aspectos específicos: excursionismo, teatro, bailes populares, artes plásticas, fotografía, etc. Aun y así, hay que valorar muy positivamente el importante papel que jugaron estas entidades en la vida cultural y social de muchos barrios de Barcelona.

En Barcelona, como en muchas otras ciudades del estado, las organizaciones políticas de izquierda utilizaban las rendijas que el régimen dejaba abiertas para organizar en los barrios, grupos vecinales, de jóvenes, de tiempo libre, etc., a menudo aprovechando el paraguas de la Iglesia. Así, en muchas parroquias de barrios populares, y gracias a sacerdotes y comunidades cristianas muy comprometidas, se desarrollaban centros de tiempo libre infantil y juvenil (en catalán “esplais”). En muchos de sus locales o centros parroquiales, muchos niños y niñas pudieron conocer valores democráticos y llenos de esperanza, verdaderas Grupoescuelas de participación, muy acorde con los deseos y anhelos de la época. Es importante señalar el enorme valor que tenía este hecho, ya que el paraguas de la Iglesia era vital para poder desarrollar una cierta resistencia social y cultural en los barrios. En mi experiencia personal, fue en un “esplai”, también promovido por la parroquia del barrio, donde como adolescente pude aprender a trabajar en grupo, a escuchar y respetar las opiniones de otros y a tomar decisiones democráticamente. También, me permitió entrar en contacto con las organizaciones clandestinas, a través de uno de los monitores del centro, más comprometido políticamente, que me introdujo en la lucha de oposición al régimen. 

Desde ese momento, empecé a frecuentar e integrarme en el trabajo político clandestino, ya encuadrado como militante de una organización juvenil de izquierdas. Junto con otros vecinos, intentamos organizar espacios de debate y resistencia vecinal y organizando alternativas comunitarias que hicieran frente al abandono administrativo de las autoridades municipales. Así, centros como el "Hogar Obrero" o el "Centro Blanco de Buen Pastor", fueron verdaderos escuelas de participación y aprendizaje social y democrático, papel que en otros barrios de Barcelona jugaron otras iniciativas asociativas.


Como activistas sociales, nuestro ámbito de intervención eran los jóvenes del barrio, pertenecientes a grupos o no y así, decidimos participar del incipiente y precario tejido asociativo que se iba creando: centros infantiles, centros excursionistas o juveniles, asociaciones vecinales, locales parroquiales, Fiestas del Bon Pastorgrupos de teatro, etc. En ese proceso de dinamización social y cultural, coincidíamos con otros jóvenes de organizaciones diversas, con los que a menudo teníamos diferencias ideológicas. A pesar de las diferencias, se trabajó unitariamente para reivindicar las necesidades más elementales que los jóvenes y vecinos del barrio teníamos en aquellos años de abandono municipal: polideportivos, centros sociales y bibliotecas, ambulatorios, zonas verdes, denuncia de industrias contaminantes, protesta por la contaminación del rio Besós (uno de los símbolos del barrio), transporte público que conectase con el centro de la ciudad, residencias para nuestros mayores, recuperación de las Fiestas populares como el carnaval y la Fiesta Mayor, etc. Fueron muchas las luchas donde trabajamos con personas vinculadas a grupos, partidos o sindicatos diferentes y conseguimos bastantes victorias. 

Cuando la dictadura da paso a la democracia y se celebran las primeras elecciones, se constituyen las instituciones democráticas locales y las demandas de los barrios buscan canalizarse a través de los primeros ayuntamientos elegidos por los ciudadanos. Éstos se encuentran unas ciudades y unos barrios muy desabastecidos en lo que se refiere a los servicios más básicos. De nuevo, la red asociativa y comunitaria se pone a trabajar para reivindicar aquellas demandas que todavía no se habían resuelto. Una de esas demandas fue un ateneo popular, seguramente a imagen de los ateneos republicanos que los más mayores habían conocido en la época republicana y que formaba parte de nuestro imaginario sociopolítico. Paralelamente, también se reivindicaba un local para jóvenes, ya que muchos de los locales sociales que habíamos usado en la transición habían sido derribados y no había ningún espacio para que los jóvenes del barrio pudieran reunirse, hacer actividades, etc.

Hay que señalar que, con la consolidación de la democracia, buena parte de los grupos “políticos” juveniles existentes, empiezan a diluirse. Sus integrantes formaran parte de entidades y asociaciones de barrio, por ejemplo: grupos de teatro de calle, cooperativas de consumidores, centros excursionistas, de deporte de base, de un inicial ecologismo, etc.

Reunión de jóvenesUno de estos grupos, en los que yo pude participar, se reúne en esos momentos con las responsables municipales de juventud, que ya habían empezado a estructurar un departamento específico y habían empezado a crear espacios para jóvenes conocidos como “Casals de Joves”. Finalmente, y después de un tiempo de negociaciones, en el año 1982 se abre el Casal de Joves de Bon Pastor. La gestión inicial de este espacio fue difícil, ya que el Ayuntamiento de Barcelona no disponía de personal preparado para dinamizar estos centros y las dificultades para encuadrar orgánicamente a los primeros animadores eran muy grandes.

Para poder cubrir la formación de este tipo de figuras, que eran demandadas en muchos barrios y cómo parte de un proceso de reflexión y encuentro con otros sectores de la educación en el tiempo libre, se crean diversas escuelas de formación, dependientes de los ayuntamientos o que recogen las experiencias de las escuelas de monitores de tiempo libre vinculadas a la Iglesia. Así, en Barcelona, se crea el “Institut Municipal d’Animació i Esplai - IMAE”, en Hospitalet del Llobregat, la escuela ABAST, en Badalona i Santa Coloma, NEXES, etc. En estos centros se puede cursar la formación de monitores y directores de tiempo libre y más tarde, una incipiente formación de Pedagogía del tiempo libre y animación sociocultural, reconocida por el Gobierno de la Generalitat como nueva profesión. En 1987, junto a otros jóvenes voluntarios del grupo dinamizador del “casal de joves”, empezamos la formación básica de monitor de tiempo libre. 

Mi vinculación con el “casal de joves” se centraba en temas de interés compartido con otros jóvenes, como el teatro, la ecología, la cultura popular, el cómic, etc. TeatroDurante unos años, me ofrecí como monitor del taller de teatro, aprovechando la formación básica que yo había adquirido en diversos cursos y centros de formación teatral. La experiencia que yo pude vivir, junto a los jóvenes del barrio que participaron, fue muy grata y formativa para todos. La mayoría de jóvenes participantes, nunca habían pisado un escenario, pero conseguimos representar varias obras en diversos locales. Esa experiencia fue básica para que un tiempo después, en abril de 1988, me ofrecieran la posibilidad de trabajar como animador sociocultural en el mismo “casal de joves”, a los 28 años de edad. 

He de confesar que fue un paso muy meditado, ya que desconocía totalmente esta profesión, que por otra parte hacía poco que había empezado a consolidarse. La primera empresa para la que trabajé fue una asociación de animadores socioculturales. Después de un tiempo y ya con más estabilidad laboral, esta asociación se transforma en sociedad limitada, igual que muchas otras entidades que han de adecuarse a las exigencias que empiezan a pedir los ayuntamientos, como el de Barcelona, tanto en el sentido de la gestión económica como en los perfiles profesionales de los animadores y animadoras de los centros. Así, en Barcelona se habían ido creando en muchos barrios diversos centros infantiles, de jóvenes o cívicos.

Desde Bon Pastor, el primer barrio dónde empecé, fui incorporándome a otros proyectos, así como a otras empresas del sector, combinando períodos de trabajo con otros de paro estructural (finalización de contrato, periodo de vacaciones de verano….) Paralelamente, los proyectos dónde fui incorporándome, ya no eran sólo del ámbito juvenil sino en un sentido más comunitario y intergeneracional (centros cívicos, acciones comunitarias, casals de barrio…) 

La formación que había iniciado en el IMAE, se finalizó en 1992 (con el título de ASC) pero enseguida empecé a comprender que debía empezar una fase de formación reglada universitaria, que me permitiera comprender muchos aspectos tanto teóricos como técnicos de un ámbito que se vislumbraba como mucho más amplio. Eso fue posible en 1994, cuando habiendo aprobado el acceso a la universidad para mayores de 25 años, inicié los estudios de la diplomatura en Educación social en la Universidad de Barcelona. Esta nueva figura profesional se había ido gestando en una larga negociación, desde las jornadas que en 1988 se habían realizado en el barrio de Sants con motivo de diseñar los elementos centrales de lo que más tarde se llamaría Educadores Sociales. 

He de confesar que llegué a la Universidad con mucho temor al fracaso, ya que tenía una imagen de los estudios superiores como algo muy complicado y yo no sabía si podría estar a la altura. La formación que recibí, en muchos aspectos me aportó una visión más amplia y completa de todo aquello relacionado con nuestro trabajo, desde la perspectiva sociológica, pedagógica, histórica, etc. Aun y con esta visión amplia y global que tuvo la formación, en lo que se refiere a los aspectos y contenidos relacionados con la animación sociocultural (uno de los ámbitos posibles desde el que construir los itinerarios específicos de los educadores sociales junto a la educación de adultos y la educación especializada), no me aportaron demasiado al bagaje que ya traía. La formación universitaria me abrió puertas que nunca creí que podría abrir, aunque en el ámbito profesional dónde he trabajado siempre, no haya habido una relación directa entre la formación y la contratación laboral. Nunca he tenido un contrato laboral dónde se reconozca mi trabajo como educador social, sino como animador, coordinador de proyecto, responsable de centro, etc.

Ello no quiere decir que desde el ejercicio profesional concreto, en mi caso actual cómo director de un centro cívico, no tenga muy claros todos los elementos educativos, sociales, culturales y comunitarios que entran en juego en nuestra intervención profesional. Centros CívicosToda esta visión, se ha ido enriqueciendo con otras miradas y experiencias profesionales, desde ámbitos diversos con los que compartimos la razón última de nuestro trabajo: la promoción social, la formación de una ciudadanía crítica, el empoderamiento de las comunidades, el desarrollo de un tejido asociativo crítico y participativo, la difusión cultural, la participación de la comunidad en su propio desarrollo, etc.

En la actualidad y centrándome en Barcelona, ciudad en la que vivo y trabajo, existe una amplia red de centros cívicos (más de cincuenta), así como centros de barrio, espacios jóvenes, centros infantiles, ludotecas, centros de iniciación a las nuevas tecnologías, de educación ambiental, etc. Centro CívicoLa gestión de estos centros se desarrolla desde modelos diversos: gestión municipal directa, gestión externalizada y gestión asociativa o cívica. Así mismo, hay que destacar la presencia muy activa de asociaciones ciudadanas en los barrios, en comisiones consultivas del mismo municipio o en la puesta en marcha de múltiples proyectos sociales y culturales en toda la ciudad. La apuesta del Ayuntamiento de la ciudad en este sentido ha sido siempre firme, a pesar de que las actuales políticas de recortes, generalizadas en todo el país, también nos ha afectado en todos los sentidos. 

En lo referente a las condiciones laborales del conjunto de trabajadores del sector, agrupados en torno al convenio de ocio educativo, hay que señalar que aún está por desarrollarse el enorme potencial participativo que supone la promoción y organización de comités de empresa, posibilitando la negociación con las patronales sectoriales de unas condiciones más dignas para el conjunto de los trabajadores. Xavier FranchEs importante señalar que el hecho de tener un convenio sectorial, actualmente en situación de conflicto, es objetivamente un logro de aquellos primeros educadores y animadores que trabajaron para hacerlo posible, en condiciones muy precarias. Hoy más que nunca, sigue siendo necesario seguir luchando y trabajando por la dignidad de nuestra profesión y por unos servicios públicos dignos para todos los ciudadanos.

Cuando miro hacia atrás, me veo con la misma energía e ilusión con la que trabajaba en mi barrio de origen, pero con el conocimiento y los elementos que otorga la reflexión, el método y en definitiva el ejercicio profesional. Así, podría decir que del activismo social y cultural con el que empecé siendo muy joven, he podido vivir un proceso que me ha conducido a una realidad profesional muy definida, aunque muy versátil, que me ha permitido reunir todas las habilidades, experiencias vividas, recursos personales en lo que ha supuesto un elemento clave en mi crecimiento y realización personal.


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