Hijo de familia narcisista. Mi madre es narcisista.

Me ha tocado una familia que no me ha querido y a la que nunca le he importado

En esta situación, el de la familia narcisista, la persona-niño no ha satisfecho sus necesidades emocionales, porque sus padres no están focalizados en satisfacerlas. En lugar de eso, sus padres narcisistas le presentan un espejo que refleja sus propias necesidades, y esperan que su hijo reaccione a éstas, sintiéndose en consecuencia defectuoso, equivocado o digno de ser culpado.
En este caso, cuando la persona se cría incapaz de confiar en la estabilidad, la seguridad, la igualdad en el mundo propio, entonces se cría desconfiando de sus propios sentimientos, percepciones y valor.
Cuando uno se cría como un ser reactivo-reflectivo, uno no ha aprendido las habilidades necesarias para llevar una vida satisfactoria; existe una necesidad crónica de gustar, una incapacidad para identificar sentimientos, necesidades, deseos y una necesidad de validación constante. Este grupo de personas tienen muchas dificultades para ser asertivos y privadamente sienten una especie de rabia penetrante, la cual tienen miedo que saliera a la superficie. Se sienten, por lo general, muy enojados, pero muy fácil de derrotar. Sus relaciones interpersonales se caracterizan por falta de confianza y sospecha al borde de la paranoia, intercambiados -a veces- con episodios desastrosos de una apertura y confianza total y falta de juicio. Se sienten crónicamente insatisfechos, pero estaban llenos de miedos de ser percibidos como caprichosos o quejumbrosos, si expresaban sus verdaderos sentimientos.

Muchos de ellos pueden retener su rabia por períodos extremadamente largos, pero luego explotan en asuntos relativamente insignificantes. Tienen un sentimiento de vacío e insatisfacción en cuanto a lo que lograban.

Pero, en la búsqueda de superar los traumas, no podemos cambiar en lo absoluto nuestro pasado, ni anular los daños que nos hicieron en nuestra infancia. Sin embargo, nosotros sí podemos cambiar, “repararnos", recuperar nuestra identidad perdida. Y podemos hacerlo en la medida que podamos observar más de cerca el saber almacenado en nuestro cuerpo sobre lo ocurrido en el pasado y aproximarlo a nuestra conciencia. Esta vía es, sin duda, incómoda, pero es la única que nos ofrece la posibilidad de abandonar por fin la cárcel invisible, y sin embargo tan cruel, de la infancia, y dejar de ser víctimas inconscientes del pasado para convertirnos en seres responsables que conozcan su historia y vivan con ella.

La mayoría de la gente hace justo lo contrario. No quieren saber nada de su propia historia, y, por consiguiente, tampoco saben que, en el fondo, se hayan constantemente determinados por ella, porque siguen viviendo en una situación infantil no resuelta y reprimida. No saben que temen y evitan peligros que en algún momento fueron reales, pero dejaron de existir hace tiempo. Son personas que actúan impulsadas tanto por recuerdos inconscientes como por sentimientos y necesidades reprimidas que, a menudo y mientras permanezcan inconscientes e inexplicadas, determinarán de forma pervertida casi todo lo que hagan o dejen de hacer.

A lo largo de toda la vida posterior de esta persona, estos sentimientos podrán resurgir como una reclamación al pasado pero sin que el contexto original resulte comprensible. Descifrar su sentido sólo es posible cuando se logra la unión de la situación originaria con los intensos sentimientos revividos en el presente.

Si una persona ha debido ocultar, reprimir o postergar sus necesidades, para adaptarse a la de los padres, entonces esas necesidades se agitarán en las profundidades de su inconsciente y exigirán ser satisfechas siendo adulto, mediante irracionales sensaciones de abandono, dolor y desesperación.
La experiencia de la propia verdad y su conocimiento postambivalente posibilitan en una fase adulta el retorno al propio mundo afectivo… sin paraíso, pero con la capacidad de sentir el duelo, que nos devuelve nuestra vitalidad y nos protege.

[Texto extraidoy reformulado a partir de los libros: "El Drama del Niño Dotado" (Alice Miller) y "La Familia Narcisista" (Stephanie Donaldson-Pressman y Robert M. Pressman)]

"Madres narcisistas" (Enviado por fuertemoral el 20 enero a 21:16)

Nunca se me había ocurrido pensar en que mi madre era una narcisista. Sí una manipuladora, una egocentrica.... pero mirando en internet, llegué a esa conclusión, y empecé a leer y ví que era exactamente éso lo que es mi madre y muchas madres que por aquí destrozan la vida de sus hijos.

Encontré soluciones ante este tipo de personas, tales como: 
Cómo tratar al narcisista
Si te ha tocado un narcisista en tu familia y no tienes más remedio que convivir con él o ella, estas pistas pueden ayudarte:
  • Distánciate a nivel emocional. Ten en cuenta que su necesidad de sentirse superior puede llevarle a tratar de rebajarte y humillarte. Puede ser insensible contigo, arrogante y pedante. No dejes que te afecte lo que te diga.
  • No intentes cambiarlo. Probablemente sólo conseguirás que se enfade. Te resultará más fácil cambiar tu comportamiento que el suyo. Por ejemplo, deja de sentirte ofendido si tu suegra narcisista nunca se queda con tus hijos una noche para que puedas salir a divertirte. Acepta que no va a hacerlo y busca a otra persona que lo haga por ella.
  • Al narcisista le gusta ser el centro de atención y sentirse importante. Concédele ese privilegio de vez en cuando y escucha las historias que te cuente acerca de sus grandes logros o dile algo que lo elogie. Recuerda que en el fondo se cree una persona sin valor e indigna de ser amada por sí misma. Demuéstrale que esto no es cierto.
  • Tal vez sea mejor mantener una relación más superficial. Es muy probable que al mostrarle tus sentimientos, el narcisista los ignore. Por ejemplo, si te sientes deprimido o enfermo, el narcisista no tendrá ganas de escuchar eso y si intentas hablarlo es probable que te sientas rechazado y herido. Más vale buscarte a otra persona más receptiva y limitarte a decirle al narcisista que no te sientes muy bien últimamente para luego cambiar de tema con rapidez.
Los padres narcisistas son esos que te dicen que eres lo que eres gracias a ellos, los que siempre están llamando la atención, te manipulan para conseguir lo que quieren aunque te hagan daño, porque para ellos nunca te estan haciendo daño, eres tú la persona que les hace daño.

Aquí se llega un punto en el que se procura adularles un poco para que se sientan bien pero esto no es solución ya que este tipo de personas no te cogen la mano, te chupan la sangre y el alma porque se piensan que tienen derecho y, encima, te dicen que lo hacen por tu bien.

Yo estoy tan desesperada que ha llegado un punto en que pienso que hasta que no se muera no voy a poder ser libre y feliz, que fuerte, ¿no?.


Este tipo de mujer es o ha sido poco amada. Posiblemente tenga un mal matrimonio o problemas de identidad y se acerca a su hija con deseos insatisfechos. La ve como alguien que puede colmar sus carencias, porque ahora tiene un poder que nunca antes tuvo.

ASÍ ACTÚA LA MADRE
- No tiene conciencia de que su hija sea otra persona con sentimientos propios.
- Siente que actúa de forma desinteresada y exige ser querida por su conducta generosa.
- Cree tener siempre la razón.
- Dice cosas como: “¡Mirad qué cosa tan linda!, ¡la he creado yo!”.

ASÍ SE COMPORTA LA HIJA
- Como su madre “hace las cosas tan bien”, a ella le falta confianza.
- Se ve imperfecta y se vuelve dependiente de su progenitora.
- Sólo expresa aquello que sabe le valdrá el cariño de su madre.

CONSEJOS DE LA PSICÓLOGA
Que no se castigue, que deje de pensar que algo en su interior está mal. Debe alejarse de la madre para que no gobierne su vida y evitar peleas con ella pues no conducen a nada: ella desea ser la reina y ve a su hija como su dama de compañía. Y que aprenda a no manipular a la gente, eso sería recrear viejos patrones.

3: DIME CÓMO ES TU MADRE...: La narcisista

Stephanie Donaldson-Pressman, Robert M. Pressman. Características de la Familia Narcisista. El Modelo de la Familia Narcisista - Capítulo 1. La Familia Narcisista - Diagnóstico y Tratamiento. Editorial: Jossey-Bass

Dentro de una familia narcisista, las necesidades del sistema parental son enormes. Ya sea que la familia esté compuesta de dos padres, de un pariente consanguíneo y un padrastro o madrastra, de una madre o padre solteros, o de pariente directo soltero y su novio o novia, de un padre o madre solteros y otros parientes, de padres adoptivos, abuelos o cualquier configuración imaginable, la habilidad del sistema – o mas exactamente, su inhabilidad – de centrarse en las necesidades del niño o niños es factor determinante en una familia narcisista. En el Capítulo Uno, aludimos a dos categorías de familias narcisistas: abiertas y encubiertas. Ya que todas las familias narcisistas caen dentro de estas dos categorías, abriremos nuestra discusión a ambas.


Familias Abiertamente Narcisistas
Estas familias son relativamente fáciles de reconocer, ya que son las clásicas familias “disfuncionales”. Estas familias se caracterizan por involucrar alcohol o drogas, abusos físico o sexuales, crímenes, enfermedades mentales (con antecedentes de ingreso a instituciones o depresiones que paralizan, por ejemplo), y/o descuidos profundos. (Para una discusión de las implicaciones del tratamiento de adultos criados en familias traumáticamente abusivas, vaya al Capítulo Ocho).

En estas familias, el sistema parental está tan extremadamente involucrado en si mismo, que tal vez tenga dificultades de cumplir con las necesidades mas básicas (alimento, vestido, casa y seguridad). Los niños nacidos en familias abiertamente narcisistas se vuelven reactivos/reflectivos muy tempranamente – probablemente a partir de la infancia, o a partir del establecimiento de condiciones profundamente disfuncionales dentro del sistema parental.

El Secreto Familiar
Tal vez la característica que más sobresalga en estas familias sea la del secreto familiar. Para poder satisfacer las necesidades expresadas o implícitas de los padres, el niño esconde el abuso y/o descuido a otros y, como es común a veces, incluso a sus mismos hermanos. En vez de unirse para apoyarse, los niños de estas familias se sientes colectivamente aislados el uno del otro. 
El “secreto” es demasiado aterrador para ser discutido, aún entre ellos.
En la terapia, los adultos de familias abiertamente narcisistas tal vez tengan pocos recuerdos de su niñez. Respuestas como las siguientes son comunes cuando estas personas son cuestionadas acerca de su familia de origen:

“Realmente no recuerdo mucho. Era una familia bastante normal, creo. Quiero decir, nos castigaban si hacíamos algo mal: Papa nos golpeaba con el cinturón. Pero lo merecíamos”. Este fue el comentario de Ben hecho al comienzo de su terapia, Ben era cruelmente golpeado con regularidad por su padre desde la infancia temprana hasta la mitad de su adolescencia, justo cuando se volvió más alto y fuerte que su progenitor. Sin embargo, el abuso emocional de ambos padres sí continuó, y fue muy similar o más destructivo que el físico.
“Mi padre era mas o menos un cabrón. Pero no me hizo mucho a mí; mis hermanos la tuvieron mucho peor. Y mi madre era realmente maravillosa; todavía es mi mejor amiga. Tuvimos muchos momentos buenos. Realmente no recuerdo mucho de ese entonces”. Esta también fue una declaración al comienzo de la terapia de Eileen, cuyo padre alcohólico golpeaba a todos los niños mientras la madre observaba. El padre era en particular abusivo verbalmente hacia Eileen y la escogía para practicarle castigos sádicos, como el dispararle a su perro para luego colocar el collar junto a su cabeza mientras dormía. Cuando Eileen trataba de decirle a su madre de la golpizas – particularmente hacia su hermano menor, las cuales eran casi fatales – su madre la silenciaría diciendo, “Sólo lo vas a empeorar”. Cuando Eileen trató de llamar a la policía durante un incidente, su madre desconectó el teléfono.
“No hay razón para hablar de mi infancia. Fue perfectamente normal. De hecho, no puedo recordar nada; ¿no es terrible? Pero fueron buenos tiempos”. Esa fue una declaración de Kristen, también al comenzar su terapia, el padre de Kristen era un policía metropolitano. Continuamente se ausentaba, y cuando estaba en casa, se emborrachaba. Su madre estaba crónicamente deprimida y fue enviada a una institución mental por largos periodos de tiempo, durante los cuales Kristen – la única mujer de cuatro hermanos – tomó las riendas del trabajo doméstico, la preparación de alimentos y el cuidado de su hermano menor (nacido cuando tenía diez). Este patrón continuó hasta que abandonó su hogar a los diecinueve años.
“Era lo que pudiera decirse una chica mala”, dijo Eleanor valientemente, tratando de no llorar pero al mismo tiempo obviamente sobrecogida por la vergüenza de haber admitido su percibida “maldad” a su terapeuta. “No se como mis pobres padres pudieron aguantarme. Yo era todo un caso, ¡de verdad! Pero ¿tenemos que repasar todo eso? En realidad no tengo muchos recuerdos. De todas maneras, ¡estoy aquí para tratar mis ataques de ansiedad, no mi niñez! Eso se acabó”. 

Su perturbada madre periódicamente la aporreaba durante su adolescencia, y constantemente la acusaba, desde la edad de diez años, de ser promiscua, llamándola “prostituta” o “puta” frente a sus hermanas, quienes eran más “buenas”. En realidad, Eleanor era una joven altamente moral que permaneció virgen hasta su matrimonio a los diecinueve.El término abiertamente narcisista es usado para describir lo que el terapeuta percibe, no lo que el paciente percibe. El que un paciente pueda rápidamente identificar la realidad de su crianza es la excepción, no la regla. El adulto proveniente de una familia narcisista está lleno de ira que niega reconocer o que no entiende, se siente como una persona vacía, incómoda y defectuosa, sufre de ataques periódicos de ansiedad y depresión, y no tiene idea de cómo llegó a ese punto.

La Tensión y Miedo al Abandono
La tensión es el sello de la familia abiertamente narcisista. Todos los niños tratan desesperadamente de llamar la atención y lograr aprobación. También tratan de no “hacer olas” y cuidarse de no volver peor las cosas, esto con el fin de poder ejercer algún tipo de control sobre la situación y hacer que mejore. El miedo al abandono de los niños los orilla a tomar medidas extremas para negar – a otras personas, y a menudo a si mismos – la realidad de la situación en casa. Este miedo continuamente se alarga hasta la vida adulta, volviendo difícil y doloroso el proceso de confesión y aceptación durante la terapia.

Las Familias Encubiertamente Narcisistas
Estas familias son más difíciles de reconocer, ya que los comportamientos disfuncionales de los padres son más sutiles. Podemos mencionar muchas instancias donde, buscando continuamente comportamientos abusivos, el historial del paciente luce normal. Esta búsqueda se hace en base a los síntomas de paciente – síntomas donde sentimos que el comportamiento abusivo debiera estar reflejado ahí. Pero no lo está. Durante una revisión con el equipo de trabajo, un colega, después de detallar maravillosamente un caso difícil, declaró lleno de frustración, “¿Quién es el alcohólico? ¡Yo sé que alguien en esta familia tiene un problema de alcoholismo!”, pero nadie lo tenía.

El problema radica en que el paciente manifestó todos los síntomas que asociamos con una familia con problemas de alcoholismo, pero sin evidencia de abuso de alcohol o drogas; de hecho, sin evidencia de algún tipo de abuso familiar. Como el Rey de Siam mencionó a Anna, “Este es un acertijo” (1).
La solución a este problema muchas veces fue que el paciente provenía de una familia encubiertamente narcisista. Este tipo de familias lucen normales desde el exterior, y también desde el interior. De hecho, los sobrevivientes de este tipo de familias se desconciertan con la sugerencia de que cualquiera de sus problemas pudiera provenir de su familia de origen. Después de todo, nadie tomaba ni consumía drogas, nadie golpeó a nadie, nadie tenía enfermedades mentales severas, etcétera. Papá tal vez era del tipo que trabajaba su jornada de ocho horas, y Mamá la ama de casa que horneaba galletas para la Asociación de Padres de Familia. Simplemente no había problemas.
Sin embargo, durante la terapia, se vuelve aparente que las necesidades de los padres eran el foco de atención de la familia, y que se esperaba que los niños de alguna manera cumplieran esas necesidades. Obviamente, si se esperaba que los niños satisficieran las necesidades parentales, entonces sus necesidades no eran cubiertas, ni tampoco aprendían a expresar sus necesidades o sentimientos apropiadamente. Por el contrario: lo que los niños aprendían era a enmascarar sus sentimientos, a pretender sentir cosas que no sentían, y a evitar experimentar sentimientos reales. Becky, del Capítulo Uno, era un ejemplo de esto.

La historia de Brad. “No lograremos ir muy lejos hablando de mi familia; por mi familia se inventó la palabra normal”, dijo Brad, un varonil ejecutivo de treinta y un años. Brad acudía a terapia por su incapacidad de sostener relaciones sentimentales con mujeres. Brad era un exitoso hombre de negocios que contagiaba confianza y entusiasmo; su baja autoestima era efectivamente enmascarada en el mundo de negocios. Dedicaba la mayor parte de su tiempo a su trabajo. Esto contribuyó positivamente a su rápido ascenso a través de los rangos corporativos, pero negativamente en sus relaciones sentimentales. Su adicción al trabajo fue inicialmente una defensa contra relaciones malas, pero ahora se convertía en el problema al tratar de entablar cualquier relación.
Brad provenía de la típica familia encubiertamente narcisista. Ambos padres eran maestros de escuela y activos en su comunidad. Brad y su hermana fueron buenos estudiantes, talentosos atletas y músicos, y también populares entre sus compañeros. Los padres estaban en casa cuando los chicos estaban en casa, la familia cenaba juntos seis noches a la semana, y nadie se sobrepasaba con los tragos, ni consumía drogas, ni fumaba, ni insultaba o golpeaba a nadie. Eran normales tanto por fuera como por dentro.
“Solía preguntarme por qué estaba tan asustado, por qué me sentía tan incómodo”, dijo Brad. “Observaba a las familias de los otros chicos – quiero decir, realmente las observaba. La nuestra no era diferente. Era normal. Es decir, mis padres tenían sus peleas, y cosas así. Pero no eran nada excesivas. En realidad sucedía lo contrario. ¡Ninguno de los dos dejaba que dijéramos algo malo sobre el otro! Mamá podía ser un poco autoritaria y crítica algunas veces. Pero era una familia amorosa, y siempre mencionaban lo importante que era la familia. Todo era bueno. Solo soy yo. Todavía lo es; no puedo soportar regresar allí. Aunque a ellos no les parece importar.”

Cuando se le preguntó si sus padres alguna vez trataron de hablar con él de sus sentimientos, su respuesta fue que: “No, no que haya recordado. Nadie hablaba de sentimientos. Simplemente sabías lo que tenías que hacer. Si no lo hacías, te metías en problemas. Tal vez hablaron de sentimientos con Betsy (Su hermana); ella era la buena en realidad.”

La hermana de Brad, quien era dos años y medio mayor, era músico profesional. A pesar de haber sido muy unidos de niños, el tener trabajos demandantes en costas opuestas había erosionado la relación. Durante el curso de la terapia, Brad fue motivado a establecer de nuevo contacto con su hermana para poder conocer sus impresiones acerca de su vida familiar. Se impresionó al saber que ella tenía sentimientos muy similares sobre su infancia. Más aún, sus percepciones eran más fuertes. El siguiente es un extracto de una carta que ella escribió para ilustrarle eso: “Siempre sentí que Mamá y Papá tenían otros planes...Estaban tan involucrados el uno con el otro que nosotros no importábamos...Estaban obsesionados o celosos entre ellos, sexualmente hablando. Recuerdo el no haber hablado de sentimientos cuando quería. Como si la tensión emocional entre los dos fuera demasiado fuerte, que no podían soportar que fuésemos otra cosa mas que recortes de papel de niños exitosos. Esa casa estaba tensa todo el tiempo. No podía esperar a graduarme para irme lejos a la universidad.”

Cuando Brad recibió la carta de su hermana, pudo ver a su familia a través de nuevos ojos, y vio que sus percepciones eran acertadas. A pesar que no sabía por qué, estuvo de acuerdo en que las cosas irían bien en casa mientras los niños no hiciesen alguna demanda emocional a los padres. Entonces todo se volvía muy tenso. Dijo que aprendió a “actuar siempre feliz”. Brad y su hermana aprendieron a satisfacer las necesidades de sus padres, y no realizar demandas de apoyo emocional. En pocas palabras, venían de una familia encubiertamente narcisista.Más delante en este capítulo, mostraremos la historia de Trisha. Su familia de origen es otro buen ejemplo de una familia encubiertamente narcisista. No hubo abuso sexual o físico, todas las necesidades físicas de Trisha estuvieron bien satisfechas, y no fue expuesta al uso inapropiado de drogas o alcohol, sexualidad o violencia. La “danza” parental simplemente no incluía a Trisha. A la edad de siete, ella se volvió incapaz de cumplir las necesidades de sus padres, y ellos se volvieron renuentes a cumplir las de ella.

Cuestión de Grados 
Ya sea abiertamente o encubiertamente, el grado de disfunción de una familia tal vez varíe no únicamente en el sentido absoluto, sino de acuerdo a cada niño dentro de la familia. Los pacientes surgen de familias que varían de las normales a las extremadamente peculiares. Inclusive aún en las más peculiares, las necesidades y sentimientos de los niños tal vez sean considerados importantes, y los padres tal vez hagan su mejor esfuerzo por satisfacerlos. Por tanto, aún si la familia fue a veces inestable o caótica, los niños tendrán un buen sentido de quiénes son y su importancia. Sabrán que sus sentimientos importan y que serán atendidos de la mejor manera por los padres.

De modo contrario, todos hemos tenido pacientes que vienen de familias con problemas de alcohol (o algún otro problema clásico de las familias disfuncionales) pero que sin embargo han resultado ser personas sorprendentemente bien ubicadas. Tienen un buen sentido de quiénes son y han logrado escoger parejas adecuadas, ser padres proveedores, tener amistades cercanas y carreras satisfactorias. Las familias con un cierto grado de disfunción tal vez produzcan un niño que lo haga muy bien mientras que los demás sean un desorden, psicológicamente hablando. ¿Por qué este niño parece escapar relativamente indemne? Postulamos que este niño pudo satisfacer sus necesidades en mayor grado que sus hermanos o hermanas.
Sabemos que ningún niño crece exactamente igual bajo el mismo ambiente; los padres responden distinto para cada hijo o hija. Esta respuesta se basa en la personalidad de los padres y del niño. Un hijo tal vez haya sacado el mismo sentido del humor que la madre, el otro tal vez comparta el amor por la pesca con Papá, y el tercero tal vez sea un muy cariñoso.

La manera como los padres se relacionan con estos tres hijos tal vez sea diferente porque los niños son diferentes, y porque los sentimientos de los padres (primariamente acerca de ellos mismos) durante las distintas interacciones también varían. Por esto es posible que un niño en una familia logre cubrir sus necesidades emocionales mejor y mas consistentemente que los otros.

Un paciente que había cambiado de terapeuta (por una reubicación geográfica) comentó que su anterior terapeuta había dicho en una ocasión, “Entiendo cómo fue que tus hermanas resultaron de la manera que son (alcohólicas, con esposos alcohólicos); ¡lo que no entiendo es por qué tu resultaste muy bien!” La respuesta fue que a pesar que el paciente y sus hermanas habían crecido en una familia narcisista, el grado en el cual sus necesidades fueron cubiertas varió enormemente.

Problemas de Confianza
Hemos encontrado en la mayoría de las familias narcisistas características que nos permiten identificar áreas clave dentro de la interacción de la familia. La confianza – y el nacimiento de la desconfianza – es la más visible.
Hemos encontrado que los sobrevivientes tienen dificultad para confiar, pero no necesariamente porque sus necesidades primarias hayan sido desatendidas durante la infancia. Por el contrario, muchos sobrevivientes de familias encubiertamente narcisistas parecen haber sido bien atendidos, tanto físico como psicológicamente, durante los primeros doce a veinticuatro meses de vida (y en algunos casos por más). Y al menos algún nivel rudimentario de confianza debió de haberse establecido en ese tiempo (2).
Como se discutió en el Capítulo Uno, los problemas de las familias narcisistas constantemente comienzan cuando el niño intenta afirmarse a si mismo y a realizar demandas emocionales al sistema parental (3). El sistema tal vez francamente sea incapaz de cumplir con esas demandas, y tal vez se sienta resentido y amenazado. Como anotamos anteriormente, el niño entonces aprende a no confiar, o desaprende a confiar, en vez de no aprender.

La historia de Trisha. El padre de Trisha era un militar multi-decorado, y su madre era una eficiente y devota madre militar. Cuando Trisha era pequeña, recuerda que su familia era “perfecta. Era la familia perfecta. Papá era el apuesto oficial naval, Mamá era la bella y elegante esposa, y yo era la adorable bebé. La vida era una interminable sucesión de fiestas de té en el jardín, y yo como el centro de atención. Me llevaban a todos lados con ellos. La gente siempre decía que era “como una pequeña muñeca”. Pensé que toda mi vida sería de esa manera – todo cariños y alabanza y risas. Cuando lo recuerdo, puedo llorar; era tan encantador. Nunca me he sentido tan querida desde entonces”.
Pero, cuando Trisha creció, la situación cambió. “Recuerdo haberlo sentido cuando tenía siete. Me levante en pánico. Fui al baño y me observé en el espejo. Estaba tratando de averiguar qué era diferente en mi – qué estaba tan mal. ¿Qué había hecho para que mis padres no me quisieran más? Y lloré y lloré. No podía encontrar la solución. Al día siguiente, decidí que era porque estaba mas grande (su madre era pequeñita, con una figura 'perfecta'), así que decidí no comer. Papa estaba en Vietnam en ese entonces, así que solo éramos las dos. Mamá no se dio cuenta que yo no estaba comiendo, pero tampoco modificó su comportamiento hacia conmigo. Estaba muy ocupada, siempre. Estábamos viviendo en Virginia cerca de mis abuelos. El ambiente era muy social, y Mamá lo disfrutaba mucho. Cuando había visitas en casa, Mamá me vestiría y me diría qué decir. Ella nunca parecía complacida conmigo, aunque yo siempre trataba con muchas ganas ser linda. Mamá y Papi siempre decían que era “tan linda, tan adorable”, así que trataba mas intensamente hacer lo que siempre había hecho. Ahora Mamá solo decía, “¡actúa de acuerdo a tu edad, Trisha!” o hacía otro comentario que demostraba su desdén. Me mandaría a mi cuarto nada mas las visitas llegasen, y la mucama estaría conmigo. Me sentía como un obstáculo y fea.

“Cuando Papi regresó a casa, sabía que las cosas serían como antes, pero no lo fueron. De pronto parecía muy irritado conmigo también. Le dijo a Mama que lucía enferma, y ella me llevó al doctor. Él (el doctor) me dio una medicina, y tenía que tomar algo que parecía un licuado tres veces al día. Papi me enroló en gimnasia para “ponerte en forma”, y Mamá se enojaba mucho conmigo si no comía. Ella quería complacer a Papá, creo. Comencé a comer de nuevo; no servía de nada pasar hambre, y de todos modos seguía creciendo. Pero estaba destruida. Trataba y trataba de hacerlos que me amaran justo como lo hicieron antes, que fuesen mi Mami y Papi de nuevo, ser la “yo” que había sido...”

En este momento Trisha se llenó de lágrimas. “En fin, es entonces cuando comencé a arrancarme las pestañas...Cuando fui mayor, actuaba mucho. Hacía todo lo que podía pensar para obtener su atención – cualquier atención. No me importaba. Entonces era realmente bonita, y a ellos no les importaba tenerme más en sus fiestas. Pero – no podía confiar en ellos. Por mucho que hubiese querido su aprobación – desesperadamente quería su aprobación – estaba temerosa de obtenerla. La tuve una vez, y la perdí. Así que hice muchas cosas para herirlos – avergonzarlos. Era muy promiscua, y fui para seducir a oficiales jóvenes bajo el mando de Papi. Mi último “¡Mírenme! ¡Jodanse!” creo. Nunca he confiado en nadie. Especialmente en mi”.

A medida que Trisha avanzó hacia la adolescencia y temprana adultez, sus dificultades para confiar la empujaron a muchas relaciones y patrones dañinos. Tenía una abrumadora necesidad de atención y aprobación masculina, la cual, una vez obtenida, se volvía muy aterrorizante, así que precipitaba el final de la relación. Odiaba y desconfiaba de las mujeres, y no tenía amigas. (El enfoque inicial de su terapia fue su inhabilidad para lidiar con una terapeuta mujer). Había descubierto una forma placentera de auto-mutilación en su temprana adolescencia (el arrancarse su vello facial con pinzas) y, a pesar de las dificultades cosméticas que presentaba, mantuvo el comportamiento hasta que se convirtió en una compulsión muy asentada.Obviamente hay un número de factores que presenta el caso de Trisha. La historia de su familia de origen, sin embargo, es un buen ejemplo de una familia narcisista donde el infante inicialmente cumple con las expectativas de los padres así que a cambio también eran cumplidas las de ella. (Vea, “El Modelo Parental Invertido”, abajo). Era bueno para la carrera de su padre, que también era la carrera de su madre, el ser vistos como una hermosa pareja joven con una hermosa bebé. Cuando la bebé creció, volviéndose más alta y torpe, haciendo más demandas, y con una agenda propia qué seguir – dejó de ser vista como un bien por sus padres. Mientras las necesidades físicas de Trisha eran atendidas por una serie de mucamas, sus necesidades emocionales no eran atendidas por nadie. Su madre se volvió cada vez más cruel y abusiva verbalmente, su padre alternaba entre ser frío/distante y cálido/seductivo. (4)

Trisha relató que había momentos en que sentían la necesidad de ser “padres” y de pronto e inexplicablemente la bañaban con atención y afecto. Este reforzamiento intermitente e impredecible es común en las familias narcisistas; mantiene a los niños “enganchados” al sistema parental con la esperanza de ser capaces de precipitar la repetición de este comportamiento, y al mismo tiempo volviéndolos mas desconfiados de si mismos (por su percibida incapacidad de provocar mas interacciones positivas) y de otros (“Ellos me atrapan y luego me dejan, entonces no dejaré que me atrapen mas”).

El Modelo Parental Invertido
Cuando el niño crece, la identidad de los padres se vuelve más y más involucrada con el desarrollo del pequeño. (5) Simultáneamente, a medida que las necesidades del niño se vuelven más complicadas y mejor articuladas, tal vez comience a infringir más visiblemente el sistema parental. Un infante irritante que demanda atención en un momento inconveniente puede, después de todo, ser colocado en su cuna a puerta cerrada. Un niño iracundo y lloroso de nueve años es algo totalmente diferente.

A medida que las necesidades psicológicas del niño se vuelven un factor en la vida de la familia, la familia narcisista verdaderamente se desarrolla. El sistema parental es incapaz de adaptarse para cubrir las necesidades del niño, y el niño, para poder sobrevivir, debe ser quien se adapte. El proceso de inversión comienza: la responsabilidad de cumplir necesidades gradualmente cambia de los padres al niño. Aún si en la infancia los padres cubrieron las necesidades del niño, ahora el niño es quien intenta mas y mas cubrir las necesidades del los padres, ya que de esta manera es como puede obtener atención, aceptación y aprobación.

En la infancia, el desarrollo normal del bebé es a menudo recompensatorio para los padres – y por tanto recompensan a cambio. Por ejemplo, las sonrisas del bebé (¡con o sin gases!) Usualmente representan una fuente de placer para los padres y son recibidas con excitación, atención y cariños. El comer, sentarse, moverse, hacer ruidos e intentar vocalizar son tanto recompensatorios como recompensados. Las necesidades de los padres y el niño están en sintonía; por tanto, no hay problema.

El desarrollo normal del pequeño, sin embargo, tal vez represente una amenaza para los padres. La exploración del infante requiere vigilancia y paciencia; sus gritos de “¡No!” y “¡Mió!” pueden ser enfurecedores y vergonzantes. Las preguntas y demandas de un preescolar son invasivas y consumen tiempo. Más aún, las necesidades de los niños – especialmente aquellas emocionales – se incrementan geométricamente a medida que su docilidad disminuye. Conforme va desarrollándose, la necesidad de complacerse a si y a sus amigos se incrementa y la necesidad de complacer a sus padres disminuye.

En una familia sana, por mucho que este hecho de la vida sea molesto, no cambia la conceptualización básica de la responsabilidad parental; el trabajo de los padres es satisfacer las necesidades del crío, no al revés. En una familia narcisista, por el contrario, al aumentar de manera normal el deseo de diferenciación y la satisfacción de necesidades emocionales del pequeño, también aumenta la creencia parental de que el pequeño está obstaculizándolos, volviéndose mas egoísta y demás. Los padres, sintiéndose amenazados, se aferran a su posición y esperan más y más que el pequeño llene sus necesidades. (6) En algún punto entre la infancia y la adolescencia, los padres pierden el enfoque (si alguna vez lo tuvieron) y dejan de ver al niño como un individuo discreto con sentimientos y necesidades que cubrir y validar.

En su lugar, el niño se vuelve una extensión de los padres. El crecimiento emocional normal es visto como egoísta o deficiente, y esto es lo que los padres reflejan al hijo. Para que el infante logre aprobación, necesita satisfacer una necesidad expresada o sugerida de los padres; la aprobación es condicionada a la satisfacción de las necesidades del sistema parental por el niño.

La historia de Lynne. Lynne era una estudiante calificada con honores en el segundo año del bachillerato, una probable candidata a dar el discurso en la ceremonia de graduación (por tener las notas más altas) y a tener ofertas por parte de universidad para irse a estudiar becada. A pesar de ser una excelente y meticulosa estudiante, sus profesores comenzaron a preocuparse por sus frecuentes ausencias, retardos y cambios de humor y apariencia. Lynne podría estar alerta, bien arreglada, a tiempo un día y luego al siguiente llegar una hora tarde, despeinada y con humor seco. Su peso también parecía fluctuar erráticamente, aunque era dificultoso distinguirlo ya que usaba vestimentas flojas y colores obscuros. Sus amigas cercanas estaban preocupadas también, y confesaron al consejero escolar que sus cambios de humor y episodios iracundos estaban aislándola de la mayoría de los amigos que le quedaban. Cuando Lynne fue confrontada por el consejero escolar, ella negó tener problemas. Ya que la madre de Lynne era una empleada del mismo distrito escolar, el consejero escolar sintió que ella estaba siendo reacia a discutir cualquier problema por lealtad a su madre, así que se le recomendó consejería privada.

Cuando Lynne comenzó con su terapia, era aparente que estaba determinada a presentarse como una adulta madura y “a cargo de las cosas” frente a la terapeuta. En unas pocas sesiones, sin embargo, la fachada se deshizo. Lynne era una adolescente desesperadamente infeliz proveniente de una familia narcisista, pero su lealtad y responsabilidad hacia su madre era tal que era extremadamente doloroso el confiar en alguien, incluyendo su terapeuta.

Los padres de Lynne se divorciaron cuando ella tenía ocho años y su hermana cinco. Los recuerdos de su primera infancia son escasos. Mayormente recuerda a un padre muy pasivo quien era gentil con ella pero que se enredaría en peleas a gritos con su madre, quien después acudiría con Lynne en busca de confort. Su experiencia personal con su padre difería enormemente de aquella imagen negativa que su madre pintaba de él, lo cual era confuso e inquietante para Lynne. Cuando ella sentía amor por su padre, “Me sentía mal, culpable de alguna manera. Era como si estuviese siendo desleal a mi mamá.”

Su madre se presentó como alguien con necesidad de constante confirmación, y su rol fue descrito como “mas como amiga que madre; nos contábamos todo”. La madre de Lynne se vestía y actuaba de muchas maneras como una adolescente; arreglaba su cabello justo como lo había hecho en sus años de adolescencia (muy largo y liso), y vestía las mismas ropas que su hija.

Después del divorcio, el rol de Lynne como confidente y apoyo emocional de su madre aumentó. Aunado a ser cuidadora de su madre, ahora asumía la responsabilidad primaria por el cuidado de su hermana. Y aunque no hay nada inherentemente dañino con tomar más responsabilidad en casa para que su madre pudiera regresar a la escuela, la carga emocional de tener constantemente que validar a su madre – quien era una buena madre, persona responsable, alguien que había hecho todo lo que fuera posible para mantener a la familia unida, era atractiva físicamente y lucía joven, no descuidaba a June (la hija menor), y era también la mejor amiga de Lynne – hizo que ésta ultima asumiera el rol de madre de su madre. Lynne también sintió una tremenda necesidad de hacer todo lo que hacía sin que pareciera que estaba haciendo mucho y sin un comentario o queja, para que su madre no se sintiese incómoda. Lynne rehusó ir a viajes escolares porque “Mamá estaría sola” (June a menudo pasaba los fines de semana con su padre; Lynne rara vez lo hacía); y no saldría con chicos si su madre no tenía novio, para que Mamá no “se sintiese mal”.

Al momento que comenzó a tomar terapia, Lynne era una adolescente seriamente deprimida coqueteando con la bulimia y el suicidio como un desafortunado intento por inyectar algún tipo de control a su vida. El trabajo de ser madre de su madre había sido demasiado para ella.

Las Reglas para el Mantenimiento de una Familia Narcisista.
Hay ciertas maneras predecibles mediante las cuales los miembros de una familia narcisista se relacionan unos con otros. Estas representan el criterio no escrito por el cual se espera que la familia opere. El propósito de las reglas es aislar a los padres de las necesidades emocionales de sus hijos – proteger y mantener intacto al sistema parental. Por tanto, todas estas “reglas para el mantenimiento” no escritas desmotivan a los niños a tener comunicación abierta de sus sentimientos y limitan su acceso a los padres, mientras le da a los padres acceso ilimitado a los niños.

Comunicación Indirecta
En la familia narcisista, la comunicación directa y clara de los sentimientos es desalentada. Los individuos expresan sus sentimientos de manera oblicua. La peticiones rara vez son directas; en lugar de “Sam, ¿podrías sentarte a la mesa?” uno escucharía “¡Sería lindo si alguien se sentara a la mesa!”.

Cuando los padres están enojados o molestos, usualmente son incapaces de expresar esos sentimientos a tiempo y de manera adecuada. Un paciente recuerda que cada vez que su madre estaba enojada con su padre, la madre estaría muy atenta con el durante la cena y muy crítica hacia los niños por su supuesta falta de preocupación por el confort del padre: “Ed, pásale a tu padre las patatas primero. Stacy, dale a tu padre la mantequilla ahora mismo antes que sus vegetales se enfríen.” Haría esto hasta que toda la familia se pusiera realmente ansiosa e incómoda y la cena se arruinaba, entonces explotaría al más mínimo comentario hecho por el padre y se iría de la mesa en llanto. El padre se quedaría en la mesa unos minutos, y luego arrojaría su servilleta y se iría, dejando a los niños asustados, confundidos y resentidos. En ningún momento estos incidentes fueron explicados o mencionados de nuevo.

Triangularización
Otra técnica ineficiente de comunicación usada en las familias narcisistas es la triangularización. Los padres se comunicarían a través de un tercero, usualmente un niño. Un paciente, sin embargo, reportó que sus padres por años se comunicaban a través del perro: “Buffy, dile a tu Papi que Mami quiere salir el sábado por la noche”. “Buffy, recuerda a Mami que el sábado es la noche de bolos de Papi”. Un día, Buffy decidió mudarse, y se llevó a Papi con ella. ¡El padre inclusive firmó la nota de despedida con el nombre de la perra!
Comúnmente, sin embargo, los padres “confiarán”, con la expectativa implícita, que el niño lleve el mensaje al otro. Los padres tal vez también usen al niño como intermediario para no comunicarse directamente, planeando su vida alrededor del pequeño (o pequeños) y por tanto nunca estando solos entre ellos; en otras palabras, usando al niño como defensa contra la intimidad. En un tercer escenario, la triangularización es empleada por un padre como forma de alianza con el menor contra otra persona – el concepto de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Esto es confuso y dañino cuando el “enemigo” es el otro pariente del niño o un hermano o hermana. (7).

De nuevo, tales familias son encubiertamente narcisistas. Pareciera que las necesidades de los niños están siendo atendidas, y tal vez pasen mucho tiempo con uno o ambos padres. El problema, desde luego, es que la preocupación de los padres por satisfacer sus propias necesidades está llevando las riendas de las relaciones familiares. Los niños no pueden predecir cuándo o cómo los buenos tiempos comenzarán o terminarán. Sienten que tal vez que lo han “logrado hacer correctamente” cuando la intimidad sea motivada, y que “lo han arruinado” cuando sea desalentada. En realidad ellos no son responsables por su inclusión o exclusión de la intimidad parental; son las necesidades de los padres, y no el comportamiento de los hijos, la verdadera motivación.

Falta de Accesibilidad Parental.
La falta de accesibilidad parental se refiere a accesibilidad emocional – la habilidad de tener conversaciones acerca de sentimientos. Muchos sobrevivientes dirán que nunca tuvieron conversaciones a fondo con sus padres. Que los padres “harían cosas” por ellos (eso es, transportarlos, darles cosas o comprárselas), pero si realmente querían o necesitaban hablar acerca de sentimientos, la conversación rápidamente se convertiría en una sesión de consejería (haz esto, haz lo otro), una pelea (tu debiste haber hecho esto o lo otro), o negación (tu no te sientes deprimido, estas hambriento y cansado; las cosas serán mejor en la mañana). Los padres siempre estarán “muy ocupados” para hablar. Y, por supuesto, los niños podían ver que los padres estaban ocupados, haciendo cosa por los niños, o la familia o el trabajo. Así, si los niños se sentían resentidos, era porque eran egoístas, estaban equivocados o tenían malos sentimientos.

La historia de Anna. Anna es una bella estudiante universitaria de diecinueve años que es modelo de medio tiempo. Acudió a terapia por su distimia y bulimia. Anna y su hermano, Marshall, tenían ocho y once años respectivamente, cuando su madre divorciada decidió unirse al clero. Esto necesitaba de seis años de educación, internado y trabajos de medio tiempo.

“De tener una casa linda con dos padres, dos coches, un perro y un gato, pase a tener un departamento maloliente, sin mascotas, sin padre y – esencialmente – sin madre. Lo odiaba. No me importó el departamento o el divorcio – o cosas así; quería que se divorciaran de todas formas. Mi hermano y yo queríamos eso. Papa era realmente un bueno para nada; engañaba a Mamá y era malintencionado con nosotros, así que estuvimos muy felices con el divorcio. Y el departamento era genial, de una manera desaliñada. Pero mi hermano y yo, de cierta forma pensamos que seríamos nosotros tres contra el mundo; que Mamá estaría mas disponible ahora que Papa se había ido.

“Después que tuvo esta gran experiencia religiosa, ella cambió. De la noche a la mañana. Y eso fue muy malo. ¡Era como vivir con una completa extraña! Mamá se había comportado – no alocadamente, pero muy chévere después del divorcio. Quiero decir que se puso a dieta, dejó que le creciera el cabello y comenzó a tener citas. Cosas como esas. Eso estaba muy chévere. Aún era Mamá, y mi hermano y yo pensamos que era muy gracioso. Era como si estuviese volviendo a vivir su adolescencia o algo parecido. Pero era una gran madre. Ella hablaba con nosotros – realmente hablaba. Podíamos decirle cualquier cosa. Nuestros amigos la adoraban también. Aunque éramos algo pobres después del divorcio, esto no marcó ninguna diferencia. Nuestro departamento era donde todos nuestros amigos querían estar; adoraban a Mamá, y ella los quería mucho. Ese fue un gran año. Entonces, como dije antes, ella tuvo esta cosa religiosa, y se convirtió en una persona distinta. Regresó a la escuela para convertirse en sacerdotisa y dejé de tener mamá.” (Anna comenzó a sollozar después que dijo esto).

“Ella estaba siempre ocupada con cosas de la iglesia. Y siempre estaban de visita estos sacerdotes extraños, teniendo largas y aburridas discusiones que se alargaban hasta bien entrada la noche. Trataba de esperar que se fueran para poder hablar con ella pero me quedaba dormida. O lloraba hasta dormirme. Entonces mi hermano empezó a alejarse de mí. Yo comprendí, quiero decir, era un adolescente, y yo era todavía una niña. Pero me dolió – estaba tan sola... Mamá tenía a Dios, y Marsh tenía a sus amigos y su novia...y yo no tenía a nadie.
“Algunas veces traté de hablar con Mamá, pero ella sólo decía que sabía que era difícil para mi y que era peor para ella. Que me extrañaba muchísimo. Luego me abrazaba y besaba y prometía que estaría conmigo más tiempo después. ¡Ha! ¡Ella me extrañaba a mí! ¡Eso si que era algo! Ella no tenía por qué extrañarme – ¡ella podía estar conmigo! Muchas de las cosas que hacía no tenía que hacerlas. No era parte del programa. Ella lo hacía para lucir bien.

“Así que, estaba herida y solitaria. Furiosa también, creo. Comencé a desarrollarme a los once, y para los trece años era sexualmente activa. ¡Lo odiaba! Pero al menos (Anna está llorando muy intensamente)...al menos alguien me abrazaría y me dejaría hablar. Me embaracé y tuve un aborto a los catorce – dos semanas antes que mi mamá fuera ordenada”

“En la...ceremonia de ordenación, ella se veía como una santa. Todos decían entonces – todavía lo dicen ahora – cuán abierta es, qué fácil es hablar con ella...cuan amorosa es...no lo sé. Lo puedo ver, creo. Así es como es – con ellos. Todos adoran a mamá, ella hace el bien. Sé que lo hace. Pero – ¿cómo puedes odiar a alguien que hace el trabajo de Dios? ¡Me siento como una mala persona!”

Límites confusos
En la familia narcisista, los niños carecen de título. Ellos no poseen sus sentimientos; sus sentimientos no son considerados. Cuando nosotros no tenemos sentimientos, entonces los otros no tienen por qué tomarlos en consideración.
Problemas tales como el derecho a la privacidad toman una coloración distinta en la familia narcisista. Por ejemplo, en una familia sana, la privacidad es respetada y alentada: los padres no entran a los dormitorios o baños sin primero tocar, no escuchan a las conversaciones telefónicas de otros, tampoco leen el correo ajeno, y no dejan que los niños invadan su privacidad tampoco. Hay límites claros, reglas claras de convivencia que los miembros de la familia pueden esperar que respeten los demás.

En una familia abiertamente narcisista, no hay reglas que gobiernen los límites de tal privacía. La privacidad tal vez sea un concepto totalmente ajeno. Las posesiones de las personas, su tiempo e inclusive sus propios cuerpos pueden ser propiedad de los padres, el cuidador, o un hermano o hermana más fuerte. En la casa donde el padre esté abusando sexualmente de uno o más de los niños, por ejemplo, la idea de privacidad – o propiedad de la privacía – es impensable para la víctima de incesto. Si ella no posee su cuerpo, no posee nada y no tiene derechos. No hay límites del todo en términos de lo que pueda esperar o demandar de otros (nada), y lo que otros esperan o demandan de ella (todo).

En las familias encubiertamente narcisistas, tal vez haya reglas claras para gobernar los límites, incluyendo la privacía física. El problema, sin embargo, es doble. Primero, los padres tal vez rompan las reglas si su necesidad lo dicta, y segundo, no hay límites en términos de expectativas emocionales de los hijos. Siempre se espera que los niños cumplan las necesidades de los padres, pero las necesidades de los niños usualmente se satisfacen por una feliz coincidencia (Vea “El Blanco Movible” mas abajo)

Los problemas de límites son enormemente complejos para el sobreviviente y por tanto son mencionados en muchas ocasiones en este texto (vea el Capítulo Seis). Los adultos criados en familias narcisistas a menudo no saben que pueden decir que no – que ellos tienen el derecho a limitar lo que harán por otros, y que ellos no tienen que estar física y emocionalmente accesibles para cualquiera en cualquier momento. En sus familias de origen, tal vez no tengan el derecho a decir que no, o a discriminar entre una petición razonable o descabellada. Los niños dentro de familias narcisistas no aprenden a establecer límites, porque no es del interés parental enseñarlos: ¡los niños tal vez usen esas habilidades con ellos! (Vea la historia de Janine en el Capítulo Cuatro).

El Blanco Movible
En la sección anterior, se mencionó que en una familia narcisista los niños tal vez vean sus necesidades cubiertas por mero accidente – como un subproducto del cumplimiento de las necesidades de los padres. Por ejemplo, Susie (de 6 años de edad) tiene necesidad de ser atendida. La madre de Susie por lo general está “muy ocupada” (es irrelevante si está ocupada con Papá, con la cocaína, con el trabajo, o con una depresión mayor – se siente igual para el niño) para atenderla, y le exige a la hermana mayor de Susie, Joyce (de doce años) que, “¡se la quite del cabello!”. La necesidad de atención de Susie no es satisfecha por su madre; La necesidad de Joyce de lograr atender sus propias necesidades ya sea de atención o autonomía tampoco es proveída.

Pero supongamos que la suegra viene de visita. Mamá tiene la necesidad de alabanza y estima de parte de su suegra, quien valora una buena practica parental. Así, durante la visita, Mamá se muestra disponible y cariñosa con ambas hijas. Susie y Joyce logran que sus necesidades de atención sean atendidas, y Joyce puede tener un tiempo libre en su papel de niñera de su pequeña hermana. La suegra alaba la habilidad parental de Mamá, así que Mamá logra que sus necesidades de estima se satisfagan. Todo el mundo está feliz – temporalmente. Mamá llena las necesidades de sus hijas, pero sólo como una acción circunstancial a las suyas propias.

En el ejemplo anterior, los efectos son particularmente dañinos. Las niñas creen que han causado que Mamá se comporte más afectuosamente, lo cual las motiva a creer que tienen el control sobre sus acciones. Cuando Mamá revierte su comportamiento, tal vez crean que también han causado ese rechazo. No pueden ganar: están tomando responsabilidad por cosas que no pueden controlar. La única lección que pueden aprender de este patrón es que aún no pueden atraer la atención correctamente. Hay realmente algo extraño con ellos; pudieron hacerlo correctamente por un tiempo breve, y luego lo arruinaron. Las niñas continuarán tratando de alcanzar al blanco movible – en este caso, el “botón” que cause que su madre las atienda.

Carencia de Derecho
El centro de la dificultad, en donde el establecimiento de límites, los asuntos de intimidad y virtualmente cualquier problema está ubicado, tiene que ver con el derecho emocional. Para poder establecer límites con otra persona (ya sea diciendo no al sexo, rechazando llevar al adolescente a la tienda tarde en la noche para comprar un cuaderno porque se le “olvidó” pedirlo antes, o reclamando igualdad de paga en el trabajo), uno tiene que saber que tiene el derecho a sentir como lo hace: uno tiene derecho a establecer límites, sentir el sentimiento o realizar el reclamo.

En las familias narcisistas, ya sean abiertas o encubiertas, los niños no tiene el derecho a tener, expresar, o experimentar sentimientos que son inaceptables para los padres. Los niños aprenden a hacer toda clase de cosas con sus sentimientos para que no les causen problemas con sus padres: los guardan, los subliman, los niegan, mienten sobre ellos, los simulan, y en última instancia olvidan cómo experimentarlos. Lo que ha sido extinguido durante la infancia – el derecho a sentir – es difícil de revivir en la vida adulta. Pero hasta que de adultos entiendan que tienen el derecho a sentir lo que sea que sientan, y que ellos siempre han tenido ese derecho, es que serán capaces de seguir adelante al momento de establecer límites. Y sin unos límites apropiados, todas las relaciones resultan incompletas y poco sanas.

Lectura de Mente
Caroline, una joven que tratamos, fue uno de esos individuos bastante íntegros que mencionamos previamente en este capítulo; el producto de una familia narcisista quien a pesar de eso logró hacer que sus demandas emocionales fuesen cumplidas por sus padres. A pesar de que las dos hermanas de Caroline eran alcohólicas y disfuncionales, Caroline estaba felizmente casada, era madre de dos niños en edad preescolar y de medio tiempo buscaba obtener su título de maestría. Caroline acudiría intermitentemente a terapia para tratar temas específicos; en otras palabras, de tiempo en tiempo ciertas circunstancias surgirían para las cuales la crianza de Caroline no la habría preparado suficientemente, e iría por dos o tres sesiones para “ordenar su cabeza”, como ella lo llamaba. Una de esas sesiones tendría que ver con leer la mente.

La historia de Caroline. Caroline había sido criada en una familia narcisista donde una de las reglas no escritas era que el padre debía ser capaz de intuir los deseos de la madre sin que ella tuviese que vocalizarlos. Si su padre adivinaba correctamente, todo era miel sobre hojuelas. Si el padre se equivocaba (lo cual sucedía la mayoría de las veces), ¡al infierno tendría que ir a pagar! Caroline recuerda que su padre le preguntó a su madre qué quería para Navidad, y su madre respondió dulcemente, “¿Por qué?, no seas tonto. ¡La Navidad es para los niños! No me regales nada”. Así que el padre no le regalaba nada, o sólo unas pocas cosas, y la madre actuaría herida y enojada por días. El mismo patrón ocurría durante cumpleaños y aniversarios. Su madre también se enojaría si se arreglaba para salir y el padre no le hacía un comentario agradable sobre su apariencia.

Caroline recuerda haber preguntado a su madre por qué no simplemente le decía a Papá que le dijera que se veía hermosa – que era importante para ella que él lo notara y le adulara su apariencia. Caroline nunca olvidó la respuesta de su madre: “Si tienes que pedirlo, pierde su valor”.
Caroline albergó en su interior ese mensaje muy pronto en su vida, y se volvió una parte integral de su manera de ver el mundo. Si le tenía que decir a alguien lo que quería, entonces el regalo (unas palabras, presentes o presencia) dejaba de tener valor. Si alguien no podía leerle la mente de manera acertada, entonces no había por qué expresar sus deseos y necesidades. A la borda con los méritos de la comunicación asertiva.

El esperar que el esposo o los hijos deban ser capaces de leer la mente y satisfacer cada necesidad no expresada es una de las “reglas” más dañinas de una familia narcisista. Virtualmente asegura que nadie logrará cubrir sus necesidades: Yo no obtendré lo que quiero, y tú serás un fracasado porque no me lo proveíste. Este es en verdad un escenario de perder-perder. En las familias donde la lectura de mente es un requisito para las relaciones interpersonales, la palabra debería se usa mucho (“él debería haber sabido que necesitaba que estuviese en casa; él debería de haber notado que yo nunca visto de azul”).

Otra de las cosas irritantes acerca de la necesidad de leer la mente es que frecuentemente ocurre a pesar de expresar protestas reales que indiquen lo contrario. ¿Recuerdan a la madre de Caroline insistiendo que no quería regalos, cuando en realidad si los deseaba? Los mensajes son en extremo complejos: no solamente debes de leer mi mente y descifrar el mensaje real, sino que al hacer esto, algunas veces vas en contra de mis preferencias expresadas. Y depende de ti el averiguar cuando leer mi mente, y cuando honrar a mis preferencias explícitamente verbalizadas.

La madre de Caroline usó esta técnica ineficaz de comunicación (descrita después por Caroline como “las delicias del martirio”) en un sinnúmero de circunstancias, algunas con resultados serios. Caroline recuerda la demanda absoluta por parte de su madre, que al saber que necesitaba una histerectomía de urgencia, el padre no cancelara sus planes para participar en un torneo de golf para el cual invitó a un compañero de fuera de la ciudad. Caroline tiene recuerdos vívidos de los comentarios de su padre diciendo que no quería estar jugando golf mientras su esposa estaba en cirugía, así como de la continua insistencia de su madre de que la vida de todos no podía ser alterada sólo porque estaba en el hospital. Su padre finalmente accedió a sus deseos expresos. Caroline (que en ese momento tenía dieciséis) observó un notorio deterioro en la relación de sus padres a partir de este punto. Sostiene que su madre nunca perdonó a su padre por no haber cancelado el torneo, y que la atmósfera en la casa se volvió “tensa y triste” a partir de entonces.Conclusión
Mientras los casos presentados en este capítulo varían desde los relativamente benignos a los abiertamente abusivos, el hilo que los conecta es la responsabilidad incompleta. De alguna manera, en algún punto en el historial de las familias, la responsabilidad de satisfacer las necesidades emocionales cambia de los padres – a quienes corresponde – a los hijos.

Los hijos por tanto se vuelven como esos árboles que algunas veces vemos en el bosque: el tronco crece firme y derecho por un tiempo, y luego por alguna razón (por ejemplo falta de sol, el entrelazamiento con otro árbol, o daños ocasionados por una tormenta) abruptamente comienza a crecer de lado. Como con aquellos árboles, en algún punto, para los hijos de familias narcisistas el crecimiento emocional se ve entrecortado o interrumpido. Los sentimientos son apagados, y comienzan a crecer rumbo a una dirección distinta, poco saludable.


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